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EL FIN DE SEMANA (del libro «lo que le faltó aprender a Adán y Eva)

EL FIN DE SEMANA, MOTIVO DE PELEA
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Muchas parejas creen que vivir juntos implica tener que hacer todo juntos. Por más parecidos que fueran, y habitualmente no lo son, es imposible desear lo mismo y en el mismo momento. Para colmo, la vida actual, con sus exigencias cotidianas impide tener un espacio propio durante la semana laboral. Todos esperamos el fin de las actividades para poder dedicarnos a nosotros mismos. Pero no siempre la pareja tiene las mismas intenciones, y si la creencia es que se debe actuar en conjunto, probablemente surjan diferencias, peleas, reproches.

Así decía una paciente: «Estoy aburrida. Llega el fin de semana y no hacemos nada. La situación económica es solo una excusa. Hay mil opciones gratuitas. No salimos porque él es un aburrido que lo único que lo entretiene es el televisor. Dice que trabaja toda la semana y que prefiere estar en casa con la familia. Pero es mentira, no nos da bolilla, solo lo atrapan son los deportes que trasmiten a toda hora y desde todos los países».
Cabe destacar como ella no reconoce su responsabilidad sobre lo que siente, el autor de sus sentimientos de aburrimiento no es ella sino el otro.
Le solicité que hablara de lo que sentía pero refiriéndolo a ella. Después de dar muchas vueltas logró decir:
“Estoy aburrida, lo espero toda la semana, pero él no responde como yo quisiera y como tengo dificultades para disfrutar de otra manera que no fuera en pareja”

Tiempo después cité al marido (ella era una paciente individual) y descubrí que estaba pasando por una depresión encubierta por su teleadicción. Lo derivé a un psiquiatra para que lo medicara y al cabo de un tiempo de estar en tratamiento, hicimos sesiones de pareja en conjunto con su terapeuta. En ellas surgió la gran dificultad de ambos para hacerse cargo de sus dificultades (autoridad sobre sus sentimientos) y también para expresarlas. Ella lo hacía desde la agresión o el reproche y él, callando. Un serie de ejercicios los fue «ablandando». Completar frases como «No me atrevo a decirte lo que pienso por temor a..», «Temo que vos pienses de mí que…», «Odio que vos…», «Me enoja que…», «Me duele que…», les permitió poder expresarse mejor. Pero éste  sólo fue un primer paso, luego necesitaron ejercitarse en las formas de reclamar y de negarse a lo que no querían y también distinguir entre lo que cada uno pensaba y lo que pensaba el otro. Todo esto los llevó a distinguir mejor acerca de los propios deseos y la realidad del otro para ver en qué podían coincidir y en qué no.
Otro caso es el de la mujer que comentaba: «El ya no es el mismo de cuando estábamos de novios, nunca está dispuesto a salir. Se enganchó con la computadora y desaparecimos todos. El  dice que es el único momento que tiene para hacer lo que le gusta y yo me pregunto si yo no estoy entre sus elecciones».

Ella, como muchas mujeres creía que el matrimonio era un destino, y no una manera de transitar la vida. Un camino que no solo es común, que se comparte, también tiene senderos individuales. Esta confusión surge cuando tomamos la pareja como una meta y no como lo que es, un socio en la vida. Ella era una típica Hera,(diosa griega del matrimonio) sin más pasión que su matrimonio. Fuera de él, no tenía otros intereses, ni siquiera relaciones amistosas personales. Hasta las relaciones sociales esperaba encontrarlas a través de la pareja. Pero él no era el Zeus con el  que ella soñaba. En lugar de un hombre sociable, potente, exitoso, era un joven retraído e individualista, cuya idea de pareja era la de dos personas viviendo bajo un mismo techo, y ella con su exigencia de media naranja, lo alejaba aún más.
Les sugerí que hicieran una lista de todo lo que les interesaba. Luego, que dibujaran un círculo (una torta de proporciones), que representaba el tiempo del fin de semana ( 16 horas en total,  8 por cada día).  Debían distribuir en él las ocupaciones del fin de semana.
Luego, les pedí que hicieran otra torta, pero esta vez colocando las actividades que habían seleccionado como interesantes, indicando el tiempo que deseaban dedicarles.

A partir de ese planteo gráfico de lo que cada uno quería, comenzaron las negociaciones.

Más ejemplos de la problemática del fin de semana son los siguientes comentarios tomados de un grupo de reflexión sobre este tema:
– Estoy toda la semana ocupada con mi trabajo y después, con la casa. Espero el fin de semana para distraerme y él se va a jugar al tenis con sus amigos o mira televisión. La estoy pasando peor que mis amigas solteras. Envidio sus posibilidades de salir y hacer cosas nuevas.

– Estoy cansado de que ella quiera ir siempre a la casa de su familia. Es un plomo y yo necesito despejarme. Por otra parte, ella dice que no puede verlos durante la semana, cosa que es real, pero no estoy dispuesto a sacrificarme.

– A ella le gustan las actividades sociales y a mí, las deportivas. Tampoco nos ponemos de acuerdo respecto a las películas que elegimos, ni siquiera con los amigos. Cada fin de semana es un problema para ponernos de acuerdo. La mayoría de las veces terminamos peleados y sin ir a ninguna parte.

En todos estos casos es evidente que no hay coincidencia de intereses y es lógico que así sea. Son personas diferentes, con historias, inquietudes y características personales distintas, pero esto no quiere decir que no se amen, que hayan perdido el interés en el otro, aunque de persistir la situación, el vínculo podría  deteriorarse.
Generalmente, hombres y mujeres tienen una actitud diferente ante este problema. Ellos, en general menos expresivos verbalmente, se repliegan sobre sí mismos, llegando muchas veces a la abulia. Al ser incapaces de reclamar por lo suyo, anulan su deseo. Ellas, en cambio, suelen plantear sus necesidades, aunque la mayor parte de las veces lo hacen en forma de reproche.

Un caso es el del hombre que decía: «Ella pretende que le dedique todo mi tiempo libre. Descalifica todos mis intereses. Si quiero jugar con la computadora, soy un infantil; si veo deportes, un opa. Cuando estábamos de novios yo tenía más tiempo libre para mí. Nos veíamos un rato a la noche o a la tarde. Además, no puede pretender que mi entusiasmo sea el mismo y menos si se la pasa reclamándome».

En estos casos es probable que quien tenga una personalidad más fuerte comande la situación y anule al otro. Pero también es frecuente que quien en apariencia cede, acumule bronca y boletas para pasar en el momento adecuado.
Por eso creo que la mejor opción para este problema es que cada uno tenga su espacio individual. Muchas veces recomiendo que se pongan de acuerdo sobre qué van a hacer juntos el fin de semana, como cuando eran novios. Elegir una actividad para compartir, que puede ser desde una buena salida hasta un quedarse en casa haciendo algo juntos, teniendo en cuenta que el resto del tiempo cada uno podrá emplearlo en aquello que le sea grato.

CUESTIONES PARA REFLEXIONAR
Estas preguntas se las debe hacer a sí mismo cada integrante de la pareja:
• ¿ Antes de casarme era una persona alegre y divertida?
• ¿Soy una buena compañía para mí misma o necesito de los otros para estar bien?
• ¿Qué me impide hacere aquello que me divierte, el otro o mi creencia de hacer todo de a dos?

• EJERCICIOS PARA HACER EN PAREJA
• Haga una lista de las cosas que desea hacer  (diferenciando las individuales y las compartidas)
• Junto a las actividades compartidas de la lista anterior, escriba entre paréntesis quiénes podrían estar junto a usted que no fuera su pareja)

Escojan un papel de calcar (semitransparente) y hagan un círculo que represente su tiempo de fin de semana y marque proporcionalmente en qué ocupa su tiempo.
Hagan abajo el mismo círculo pero dibujando cómo les gustaría que estuviese dividido su tiempo.
Superpongan los dibujos. Tomen en cuenta los segundos, y revisen de qué manera deberían hacerlo para que los satisfaga a ambos.