Un señor que tenía poderosas intuiciones, un día soñó que debía conocer un lejano pueblo llamado Kammuel, y decidió visitarlo no bien tuviese oportunidad.. Se trataba de un pueblo enmarcado entre altas montañas, a la orilla de un río , era tan hermoso que parecía una postal. EL hombre se pasó todo el día recorriéndolo hasta que a antes de caer la tarde se encontró frente a la entrada de lo que parecía un hermoso jardín. Entró y caminó entre las piedras blancas que , al parecer, estaban caprichosamente diseminadas por el jardín.
El hombre que era muy observador se dio cuenta que sobre una de las piedras había una inscripción : Aquí yace Jim Nasser que vivió 6 años, dos meses, y 3 semanas. El hombre se compadeció del niño que allí yacía. EN seguida se dio cuenta que en cada piedra había una inscripción similar y que todos los enterrrados eran niños, ninguno sobrepasaba los 11 años. El hombre se puso a llorar amargamente.
EL cuidador de aquel cementerio, al verlo le preguntó si lloraba por algún pariente a lo que el hombre el contestó que no, que lo entristecía saber que en aquel pueblo había muertos tan jóvenes. El cuidador entonces lo tranquilizó y le dijo que no, que no eran jóvenes, simplemente eso respondía a una antigua tradición . Al cumplir 15 años les regalaban libreta donde debían anotar los momentos realmente vividos, considerando estos aquellos en los que se ha sentido de verdad. Es decir daban por sentado que sólo se debía considerar vida aquella que despertase emoción verdadera, sentimientos alegría o penas, pero en absoluto podía ser considerada vida la rutina que no aporta emoción alguna. Entraban en la categoría de momentos vividos, los besos dados con pasión, el enamoramiento , el gozo de vivir el embarazo o el nacimiento de un hijo e incluso la tristeza de un duelo o el dolor que produce la frustración. Las personas anotaban estos momentos y luego al morir se hacía la cuenta y se inscribía en la lápida el tiempo real de vida . Esos eran los años que figuraban en la lápida.
El visitante al escuchar esto se tranquilizó, pero sólo por un instante, la idea de contabilizar la vida de esa manera lo hizo reflexionar sobre la suya y pensar que tal vez no había vivo todo lo que pensaba. A partir de allí estuvo más preocupado por que sus momentos fuera realmente verdaderos que por los años que cumplía.