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CONFLICTOS POR EL DINERO

CONFLICTOS POR EL DINERO
(extraído del libro «Lo que le faltó aprender a Adán y Eva»)

El dinero es uno de los grandes temas de la pareja. No nos olvidemos que es el vehículo que permite acceder a lo que deseamos, por lo que, en primera instancia puede aparecer como el responsable de todas nuestras frustraciones. A su través las personas dan a apoyo, seguridad, permisos, tanto a otros como a sí mismo. Es un arma con el que defenderse en la vida y como toda arma puede generar violencia. Quien maneja el dinero, maneja el poder, que hasta hace unos años tenía género masculino.

Hoy en que la situación económica está difícil, se ha convertido en uno de los principales motivos de pelea.

CONFLICTOS POR DIFICULTADES ECONÓMICAS

En una sociedad que se ha acostumbrado a tapar las carencias, tanto afectivas, como psicológicas, consumiendo, cuando el dinero escasea, es lógico que se pongan de manifiesto insatisfacciones profundas que hasta ese momento habían logrado ocultarse.

Claro que es más fácil responsabilizar de las frustraciones al mundo externo (ministro de economía, Banca internacional), que hacerse cargo de dificultades para enfrentar una situación desfavorable.

Voy a transcribir parte de una sesión que muestra claramente todos estos mecanismos.

Se trataba de la primera entrevista de una paciente que estaba pasando por una depresión. Llegó a la consulta presionada por su hermana. Quiero destacar que en este caso la depresión en lugar de hundirla en la pasividad, se manifestaba principalmente por mal humor, resentimiento, y agresiones de tipo verbal.

A ( 40) – (con tono desafiante, como atajándose de antemano)Vengo porque mi hermana insistió mucho, pero en realidad no creo que sirva para nada. No es contra usted, pero lo mío es muy concreto. Mi marido se quedó sin trabajo y debimos bajar drásticamente el nivel de vida. (bajando el tono y entrando en una modalidad más social) No me malinterprete, no soy una persona que necesite consumir todo el tiempo, pero estamos viviendo de nuestros ahorros y me desespera pensar lo que nos va a ocurrir cuando se nos acabe.
YO: ¿Es decir que usted está deprimida porque no sabe cómo reaccionar ante esta eventualidad, no encuentra la salida?
A: – Es que yo no tengo salida. Jamás trabajé, ¿ qué puedo hacer a esta altura de mi vida? Es él quien tiene que hacer algo. Pero le falta. (busca la palabra ) pasta..Lo único que se le ocurre es dejar curriculums y esperar. Con todo esto saltó a la vista que me casé con un inútil y tampoco estoy en condiciones de mandarlo al diablo. Para divorciarse hace falta dinero.
Y: Ya veo, son los dos impotentes. Usted, porque no se preparó para dar respuesta a una circunstancia como esta, y él porque tiene esa personalidad…. Y si yo tomara este caso, me sumaría a la impotencia de ustedes, porque en realidad este problema no es de mi competencia.
A ( mi miró sorprendida. Estaba preparada para que le desarmara su discurso, no para que se lo confirmase. . Me miró nuevamente como si quisiera asegurarse de que no era irónica) -¿Entonces usted está conmigo. No se puede hacer nada?
Y: Planteadas así las cosa, no.

Las sesión continuó pero en los mismos términos, donde ella continuaba dando explicaciones de por qué no, y yo sin hacer ningún intento por contrariarla. Tenía claro que de hacerlo le hubiera dado la oportunidad para que me anulara como lo estaba haciendo con ella misma y su marido. Se fue de sesión y pasó un mes antes que volviera a pedir una entrevista, recién entonces pudo venir con otra demanda.

Segunda Sesión: (observar la diferencia de planteo)

A;: Estuve pensando que tal vez me pueda ayudar a encontrar la salida que yo no veo. Si no hago algo con mi vida, soy mujer muerta.

Como esta paciente son muchas las que se tientan en responsabilizar el afuera de lo que les ocurre. Mientras había dinero , las dificultades para enfrentar el afuera, o disfrutar de la vida, quedaban disimuladas, pero cuando ya no pudieron seguir tapando, el mundo se desmoronó. En este caso, la realidad era dura, pero ella tenía que desarrollar recursos para enfrentar el mundo laboral, ya fuera para divorciarse o para ayudar a su marido sin trabajo.

En este caso particular, durante el tratamiento surgieron todos los miedos que tenía para enfrentar la vida. Miedos que proyectaba en su marido.

«No tienen garra» – decía. Cuando era ella quien se sentía sin uñas para salir de su casa y buscar algo para hacer.

Parecía más fácil ver los temores del otro, que los propios. Pero también es cierto que con ese mecanismo, lo único que lograba era victimizarse, y quedar atrapada en la situación.

Cuando dejó de preocuparse por cómo encaraba él la búsqueda de trabajo, y se dio cuenta que estaba llena de inseguridades, recién entonces pudo desarrollar recursos.

En este momento ambos están al mando de una miniempresa, que hicieron con el dinero de la indemnización.

Los conflictos por falta de dinero toman la forma del vínculo y por ella quiero ejemplificar los diversos tipos de pareja tomando como eje la economía. ))

CUANDO ELLAS GANAN MAS

Decía el integrante de un grupo de reflexión: «Hace un año yo me quedé sin trabajo y soy el que está en casa. Mi esposa tiene un buen sueldo. En realidad siempre ganó más, al punto de que aún antes del despido, era su sueldo el que contaba. Quizás por eso siempre me sentí desvalorizado. No me parece que tenga derecho a opinar. Será por eso que todas las decisiones importantes las toma ella».

Lo sorprendente de estos tiempos es que, las mujeres que han accedido a ese lugar tan ansiado no terminan de disfrutarlo, pareciera que quisieran revertir la situación que con tanto trabajo lograron. Veamos qué opinan algunas de estas mujeres:

-Al principio no me molestaba ganar más, pero últimamente me doy cuenta de que lo veo como un perdedor. Desde hace tiempo espero que progrese y el que no lo logre me hace pensar que no es capaz. Esto me deserotiza , ya no lo deseo sexualmente. Yo necesito admirar a la persona que está conmigo.

– No me parece ocupación para un hombre dedicarse a las tareas hogareñas…Él justifica su desocupación, pero para mí que haga las cosas de la casa es lo mismo que la nada. Peleamos mucho porque se siente desvalorizado, pero no soy yo la que lo desvaloriza, sino que él no hace nada valioso.

Estas parejas no son pares. En lugar de tener un mapa: H__M (H= hombre M= mujer)

tienen un mapa M/ H

Este es un mapa muy parecido al de las sociedades patriarcales, donde el hombre estaba por encima de todo. En estos casos la mujer ha invertido el mapa, pero mantuvo la estructura.

El dinero es el que confiere poder, autoridad. Sin él, ellos quedan despotentizados. El dinero, para ellas, tienen un valor fálico, por lo tanto si sus hombres no lo poseen, los consideran poco masculinos. Y esto ocurre porque el cambio ha sido más social que interno. No podemos vivir en el terreno de la igualdad social y continuar con una mentalidad patriarcal.

Si la mujer es una igual, no debería significar un problema que por momentos uno esté arriba y el otro abajo y viceversa. El equilibrio absoluto es imposible y jamás está dado en un solo punto. Es posible que si ella aventaja al hombre en lo económico, él lo haga en otros aspectos. Pero en estos casos, se está tomando sólo un parámetro y además con una exigencia propia de la mayor de las idealizaciones. ¿Qué tan fuerte debería ser un hombre para poder superar a la mujer de hoy?

La consecuencia de esta manera de plantarse ante la vida es la soledad. Cada vez hay más mujeres sin pareja dentro del grupo que ha adquirido autonomía económica. No creo que se deba simplemente a que ellos las prefieren dependientes, sino a que muchas tienen una exigencia imposible de satisfacer.

Las mujeres que hablaron en último término pertenecían a un taller sobre feminidad. Debido a este notorio desprecio por la vulnerabilidad del otro, en aquella oportunidad se me ocurrió trabajar el mito de Atlanta.

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Lo que Atlanta ganó cuando perdió (recuadro)

Atlanta, heroína cuyo padre sólo quería varones, había sido abandonada por este en un monte y fue criada por una loba. De grande, combatía a los hombres y había decidido ser virgen. Invencible en carreras pedestres, utilizaba como argumento para ahuyentar a sus pretendientes que sólo se casaría con quien alguna vez la venciera en una de esas carreras. Hipómenes, que era lisiado, la amaba con pasión y decidió anotarse en una carrera con Atlanta, pero antes, pidió a Afrodita, diosa del amor,** (( que lo ayudara. Ésta le regaló tres manzanas de oro para que se las arrojara a los pies de su amada durante la carrera. Tiró la primera al comienzo de la* misma,)) y cuando, seducida por su brillo, Atlanta la recogió, vio su rostro desformado en la esfera y pensó que así se vería con el correr del tiempo. Por la mitad del recorrido, Hipómenes arrojó la segunda manzana, que le trajo a Atlanta recuerdos de su amante muerto y la hizo reflexionar sobre la importancia del amor. Por último, casi al final del camino, cuando ella estaba por vencer, cayó la tercera manzana cuya presencia la hizo pensar en su maternidad aún no cumplida. Estos retrasos le hicieron perder la carrera, y fiel a su palabra terminó por casarse con Hipómenes. Es que seducida por él, perdio interés en ganar la contienda, dejó de lado la competencia y tomó conciencia del paso del tiempo, del amor y de la necesidad de procrear.

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Lo fundamental en este mito es la reflexión que hace la heroína sobre los aspectos de su vida que tenía descuidados: el paso del tiempo, el amor y la necesidad de procrear. Es importantísimo para aquellas mujeres que también han descuidado estos aspectos, dejar de lado la rivalidad con el hombre, ser más humildes y no juzgar de manera tan extremista.

Así como estas mujeres le niegan a los hombres autoridad y potencia, ellos

se someten a esta valoración porque coinciden con ellas en la apreciación

que se hace de ellos. La cultura patriarcal ha establecido que el valor y por lo tanto la autoestima de los hombres esté basada en su desempeño profesional, y el de las mujeres , en su capacidad por conseguir un candidato exitoso.

Por eso, tan frecuentemente ellos confundan ser y hacer. Son lo que hacen y si no hacen nada son. Así, cuando se les pregunta por su identidad, muchos responden haciendo

referencia a su actividad: soy comerciante, bancario, médico, ingeniero…»

Cada vez es más común escuchar a los padres aconsejar a sus hijos para que estudien

de modo de poder «ser algo en la vida», de lo que podemos deducir que carecer de

profesión es no ser.

Desgraciadamente, cada día son más los desocupados, los que han quedado sin

identidad, sin autoestima.

Creo que en este caso nos conviene recordar la obra de teatro «La muerte de un viajante», del norteamericano Arthur Miller, obra que podría considerarse un mito sobre el hombre americano de hoy. El personaje de Willi representa a este hombre, cuyo único sueño, es ser el primero en lo suyo. Como dice uno de los personajes de la obra: «es el mejor

sueño que se puede tener». Claro que la obra nos advierte que quien vive

para ello puede correr el riesgo de terminar como Willy, que se suicida como resultado de algo que venía pasándole desde mucho antes: no sabía quién era. Ser un puesto, aunque sea el primero, es no ser. Más allá de lo difícil o imposible que resulte ser el primero, ya que siempre hay alguien que puede superarlo, fundamentalmente es una situación que no da identidad porque sólo habla de un aspecto del ser humano y no de su total integridad.

CUANDO ELLOS SOSTIENEN LA CASA
Y NO COMPARTEN EL PODER

La contrapartida la situación anterior está representada por aquellas mujeres que han quedado fuera de todo manejo económico, ignorando en muchos casos cuánto gana el marido, o cuáles son los gastos de la casa.

En general, estas parejas responden al arquetipo tradicional, donde ellos se hacen cargo de lo económico, son proveedores por excelencia, y ellas se ocupan del hogar. Muchas de estas mujeres están tan apartadas del mundo laboral que ni siquiera saben hacer un cheque. Les gusta que sean ellos quienes se hacen cargo de esas «cosas masculinas», porque así se sienten más protegidas. Claro que esta protección las deja en un estado de extrema vulnerabilidad, ya que su seguridad depende de otro, y recordemos que «depender» es «pender de…» Suelen ser el tipo de mujer que ha visto su realización a través del matrimonio. Algunas llegan a ser buenas acompañantes del éxito de ellos, otras, ponen su atención en los hijos y dejan que ellos se hagan cargo de la otra parte. Aquí, un testimonio de una de ellas: «Ignoro lo que gana mi marido, no me hace faltar nada, pero sé que hay un excedente que guarda no sé dónde ni a nombre de quién. Cuando le pregunto me hace sentir como una interesada. Se supone que como no trabajo debo conformarme. Pero si el día de mañana nos divorciamos, yo sólo tengo la mitad de la casa. Es horrible pensar así, pero tengo a una hermana a la que ya le pasó y no querría repetir su historia».

La pareja que conforma esta mujer está dividida en feudos separados e irreconciliables, donde uno desconoce los secretos del otro y es sobre ese desconocimiento que se asienta el poder. Cada uno ostenta un poder con características propias: ella, en el hogar, maneja afectos, y utiliza la manipulación como instrumento; él maneja dinero y utiliza la autoridad que éste le confiere como poder.

En este caso, como el marido no tenía intenciones de compartir su poder, trabajé con ella su dificultad para incursionar en el mundo externo. No era posible cambiarlo a él, pero sí lograr que ella se colocase en un lugar de mayor seguridad. En tanto tuviera cierta potencia podría negociar. De lo contrario, no estaba habilitada para hacerlo. Y no hay nada más seguro que estar sostenido por los propios pies. Le costó mucho este proceso, no tanto por la falta de trabajo, como por su propia inseguridad personal. Desde un principio, sabía que no estaba calificada para emplearse, su única posibilidad era un emprendimiento personal. Al cabo de un año de trabajar sus temores, decidió salir al mundo con aquello que consideraba su fuerte. Como había dedicado toda su vida al servicio y le gustaban mucho los animales, se decidió por la cría de cachorros. Al poco tiempo, hizo un curso de entrenadora, y hoy explota exitosamente esa actividad. Mientras ella hacía este proceso, su pareja fue acomodándose. Ella no era la misma y por lo tanto él también debió cambiar. En este momento están trabajando juntos en terapia el tema de la negociación.

Otro caso es el de la pareja donde él dice: «Yo sé que no está bien que le dé el dinero a cuenta gotas, pero si se lo doy todo junto, no llegamos a fin de mes. Es un desastre como administradora. Hasta le tuve que sacar la tarjeta de crédito porque llegó a hacer desastres con ella».

Cuando el hombre se comporta como un padre, aún de la propia esposa, ella complementariamente se transforma en una hija, una hija con cierto poder, que si bien se rebela, lo hace desde un lugar de hija. El mapa en este caso es:

P

M-h

donde M quedaba fuera de toda responsabilidad.

No importa qué es primero, si el huevo o la gallina, lo que se impone es cambiar la estructura. Con reticencia, pero comprendiendo que no había otro camino, él llevó todo el sueldo del mes a su casa y también todas las cuentas. Durante la primera semana se juntaron por las noches para distribuir los pagos. Luego a ella se le ocurrió dividir lo que quedaba por la cantidad de días y obtuvo un promedio diario de gastos. En sesiones siguientes la situación interna de ellos había cambiado. Ya no era él quien aparecía temeroso, sino ella. Agobiada por la nueva responsabilidad, había adoptado una postura rígida respecto al dinero, lo que le estaba trayendo problemas con sus chicos. La tranquilicé diciéndole que esto sería hasta que se acostumbrara, y que podía pedir ayuda, si la necesitaba. El marido la apoyó poniéndole límites a los chicos y al cabo de dos meses, ella pudo flexibilizar su postura en cuanto a lo económico.

En un tercer caso, una mujer dice: «En tanto él no me participa de nada, ni siquiera me dice lo que gana, cuando tengo acceso a la tarjeta, la hago de goma. Es la única oportunidad de que tengo para poder comprar lo que quiero».

Es interesante destacar como frente a este poder masculino dado por el dinero, esta mujer decide vengarse a la manera de una Medea porque cuando ejecuta la venganza no advierte, o si lo hace no le importa, que se lastima a sí misma. Según este mito, Medea, esposa de Jasón, y madre de sus hijos, al ser abandonada por él, se venga matando a los chicos que también son suyos. Es tan grande su odio que no advierte el daño que se está infringiendo a sí misma.

En esta oportunidad, trabé sobre el área de acción de cada uno y descubrí que si bien él ejercía su poder a través de lo económico, ella manejaba la casa y por lo tanto, a los hijos. Los invité a trazar un diagrama de su familia para que marcaran las áreas de competencia de cada uno y surgió del mismo que sólo tenían en común la vida social y el sexo.

Después de ver el gráfico decidieron ser más equilibrados y trazaron el gráfico que les gustaría tener, para ello cada uno debía desarrollar capacidades en el ámbito que no le era familiar. El, adentro y ella, afuera. Luego, aprendieron a expresar sus dificultades en lugar de actuarlas mediante la acción: por ejemplo, era preferible que ella aprendiera a plantear necesidades y evitara usar indiscriminadamente la tarjeta de crédito.

Las causas de que aún persistan este tipo de esquemas pueden radicar tanto en el hombre como en la mujer. Hay hombres que se resisten a compartir el lugar de proveedor, así como hay mujeres que al no haber sido preparadas para desempeñarse en el afuera, temen la dura competencia laboral. Entonces, se refugian en su condición de madres para eludir la realidad externa. No es fácil para ellas asumir el protagonismo de la propia vida, ni manejarse en un sistema donde se intercambian aptitudes e ideas, en lugar de afectos.

También es bastante frecuente encontrar esquemas de parejas donde la dificultad reside no tanto en el ejercicio de poder sino en el aislamiento y soledad de los protagonistas. Así, una paciente comentaba: «Se mata trabajando y dice que lo hace por nosotros, pero no es así. No se acuerda de nosotros, se olvida hasta del cumpleaños de sus hijos y ni siquiera es generoso con el dinero. No comparte nada. Hasta llegué a pensar que tal vez tenga otra que se lleva sus esfuerzos. No sé qué pensar, desconfío». Aquí el mapa familiar era:

M__________P

h

donde P estaba demasiado alejado.

Cuando lo conocí a él, no me dio la impresión de que escondiera algo, simplemente no sabía expresar lo que le ocurría y había quedado prendado de su propio sueño (ser el mejor en lo suyo, el primero). Y cuando esto ocurre puede llegar a ser muy peligroso. Sobre todo si el sueño no se comparte con el entorno, ni se trabaja internamente en una terapia. El sueño es una guía, una luz al final del camino, pero lo importante es el camino, no el sueño. Cuando somos capaces de trabajar cada tramo de ese sendero, crecemos internamente, y luego ya no importa si alcanzamos o no el sueño. Pero hay quienes quedan atrapados en el sueño y en su consecución lo sacrifican todo, hasta la propia vida.

Debemos tener presente que no nos reconocemos a través de un puesto, sino del trabajo que hacemos para lograrlo, y de la interrelación con quienes nos rodean.

(VER ADICTOS AL TRABAJO)

CUANDO ELLAS TRABAJAN Y GANAN PARA SUS GASTOS

En otras ocasiones, la situación básica es similar a la anterior, pero está disimulada y precisamente por eso es mucho más peligrosa, ya que las mujeres ni siquiera son conscientes de su dependencia en el esquema de pareja. Me refiero a las que por el hecho de trabajar se sienten en una situación diferente a la de sus antecesoras y, sin embargo, siguen tan excluidas del poder como aquellas. Es el caso de quienes solo manejan la caja chica, o el propio sueldo, especialmente si éste está dedicado a gastos personales.

Estas mujeres son en muchos casos tratadas como niñas o hijas adolescentes que trabajan para sus gustos, por lo tanto no debe sorprendernos que se comporten en consecuencia, ya sea excediéndose con la tarjeta de crédito o usando todo su sueldo en sí mismas.

En uno de estos casos, el marido comentaba: «En casa trabajamos los dos, pero ella solo maneja su dinero. De hecho, comenzó a trabajar para poder hacerlo. En un sentido, me perjudica, porque pretende que comparta por igual las tareas domésticas y hasta que me haga cargo de los chicos que la superan por completo, pero, por otro, me saqué un peso de encima. Antes tenía que controlarla todo el tiempo porque gastaba demás. Y no es una cuestión de amarretismo. La prueba está a la vista. Ella tiene una entrada que es el 40 por ciento de la mía y se la gasta solo en sí misma». Aquí el esquema familiar era:

P

M h

donde ella es una hija más

En estos casos, si el hombre, en lugar de tratarla como adolescente, controlándole los gastos o permitiéndole trabajar «para sus gastitos», exigiese a su mujer compartir la responsabilidad de la casa y el manejo de los fondos, probablemente ella maduraría. De lo contrario, se produce un cambio que no es tal, ya que lo único que varía es el lugar de donde sale el dinero, pero la estructura se mantiene igual. Y esto sucede en muchas parejas porque, más allá de la queja, hay hombres a los que les gusta seguir detentando el poder que les confiere el dinero.

El siguiente diálogo, tomado de una sesión de pareja, es un ejemplo de esta problemática:

-Yo no soy un machista como ella dice, pero no me parece que deba ir a trabajar por dos mangos con cincuenta, que apenas le alcanza para sus gastos, y deje de lado sus responsabilidades familiares. Encima, pretende que la ayude con las cosas de la casa. No me parece justo. Yo me reviento trabajando para sostener todo y tengo también que hacer su parte. Porque yo proveo para todos y además me encargo de la casa. ¿Qué hace ella además de ocuparse de su propia persona?

-¡No puedo creer que seas tan machista.!

-¿Si vos son tan feminista, por qué querés que yo me haga cargo de todo lo económico?

-Porque yo no puedo, lo que gano no alcanza.

-Si al menos te sirviera para algo, yo te entiendo. Pero no me podés decir que estar encerrada en un negocio te desarrolla en algún aspecto. Si no sirve para crecer, al menos para ganar guita, pero ese trabajo solo es para rajarte de casa.

-¿Quién sos vos para decidir qué cosa me sirve o no? El trabajo de la casa es rutinario y desgastante.

Planteadas las cosa de esa forma, el único resultado posible es el contraataque y la defensa permanentes. Es una disputa donde gana el más apto para discutir, pero difícilmente la situación les permita alcanzar algún acuerdo.

El primer ejercicio que les sugerí entonces fue expresar lo mismo, pero de manera diferente. Después de varios intentos, éste fue el diálogo:

-Me siento muy sobrecargado últimamente.

-Yo estoy en la misma, ¿o creés que es fácil estar todo el día en el negocio y después hacer las cosas de la casa?

-Vamos a tener que encontrar una solución que nos alivie a ambos .

-Deberíamos contratar a una persona para que se ocupe de la casa.

Cuando hicieron cuentas, el resultado fue que el sueldo de ella era menor que el que debían pagar a la empleada doméstica.

-Visto así, yo no sé si se justifica que salgas a trabajar por nada.

-Es cierto, pero no me banco estar encerrada en casa haciendo siempre lo mismo. Creo que prefiero hacer este cambio de plata.

Llegados a este punto quedaba claro que el conflicto no era solo económico. Para ella, el trabajo era una manera de salir de su casa, para escapar de esa monotonía que la asfixiaba.

-No sé si estoy tan de acuerdo, porque para los chicos no es lo mismo estar con la empleada que con vos.

-Con ese criterio estoy condenada a hacerme cargo el hogar. Siento la casa como una trampa mortal.

-Está bien, no soy quién para decidir qué tenés que hacer, pero temo que luego te pase lo mismo con el trabajo porque no veo que sea algo más variado que la casa.

-En todo caso dejame que lo descubra yo.

En la sesión siguiente, ella planteó sus temores respecto a lo que le dijo el marido. Hasta el momento, *((( el rechazo que él mostraba por la actividad de ella, hacía que ella lo desoyera y encima le agregaba una cuota de seducción a su trabajo,)) pero sin oposición, se dio cuenta que podía caer en la misma monotonía de la que intentaba escapar.

Le mostré que la repetición no siempre es mala. Algunos descubren el éxtasis en el movimiento incesante y repetido de la respiración. Según dicen los meditadores, el secreto estaría en ponerse en contacto con lo interno. Por otra parte, habría que ver si eran las actividades las que se repetían o su manera de encararlas.

La dificultad en plantear las cosas los había llevado a cambiar el foco de su problema. En lugar de decir lo que necesitaban, habían tratado de dirigir los movimientos del otro y el resultado había sido enojo y frustración. Ocupada en defenderse del marido, ella no se daba cuenta de lo que le estaba pasando , y él, en lugar de buscar una manera de tener más espacio para sí, trataba de producir cambios en ella.

La variación en el planteo determinó que él pudiera conseguir lo que necesitaba (tiempo para sí mismo), a través de contratar una empleada, y ella pudo reflexionar sobre lo que le pasaba con su vida.

Otro caso es el del hombre que manifestaba así su problema: «Mi mujer trabaja en lo que le gusta y no me parece mal, pero no gana más que para sus gastos y no siempre le alcanza. Lo que me revienta es que encima pretenda que yo la ayude con la casa. A mí también me gusta dedicarme a lo mío. Y no tengo tiempo porque tengo que laburar para toda la familia. Al menos quiero tener tiempo libre al llegar a casa». La esposa de este hombre era una artista muy comprometida con su labor, solo que apenas si disponía de tiempo, y jamás de ganas, para hacerse cargo de sus obligaciones hogareñas. El mapa de esta pareja era:

H____ M- T T = trabajo

donde H=hombre , M=mujer, T=trabajo

Aquí fue necesario trabajar con la capacidad negociadora . Una vez planteado el problema, entraron en el gran desafío de encontrar una solución que satisficiera las necesidades de ambos. El necesitaba espacio para dedicarse a sí mismo. Ella debió priorizar entre sus cosas para poder negociar.

Encontramos que él no sabía muy bien cómo emplear su tiempo. Ella sí tenía en claro que había muchas cosas que le interesaban, pero no podía decidirse por una, por lo cual invadía con lo suyo el espacio de él. O dicho de otra manera: sus actividades ocupaban tanto lugar en su vida, que no tenía tiempo para su familia, y él debía hacerse cargo de su parte y la de ella.

CUANDO LOS DOS MANEJAN LA ECONOMIA

Hay muchas parejas en las que uno se ocupa de las actividades domésticas y no obstante tiene pleno acceso al dinero y las decisiones económicas familiares. En estos casos, hay cooperación y solidaridad entre ambos. Podríamos decir que más que independencia hay interdependencia.

La real paridad se consigue cuando ambos están enterados de lo que ocurre adentro y afuera de la casa. Cuando no hay secretos en ningún sentido. Tanto la educación de los chicos, como los gastos y las grandes decisiones económicas se discuten y deciden en conjunto independientemente de cómo contribuya cada uno en la constitución de los fondos. Cuando se comparten las responsabilidades y las decisiones, se puede decir que realmente se ha constituido una pareja madura.

Por ejemplo, una mujer comentaba: «En casa nos manejamos tradicionalmente. El se ocupa de traer el dinero y yo de la casa. Sin embargo, todo es de todos. Jamás me sentí dependiente, ni tampoco pretendo que él me ayude en los quehaceres domésticos. Hay una clara división del trabajo. Él, afuera y yo, adentro. Pero todo lo que tenemos es de los dos Cuando hay que hacer elecciones de tipo financiero, siempre las hacemos en conjunto. Lo mismo ocurre con las decisiones familiares». El mapa en este caso es:

M _ P

h

Quienes tengan dificultad para alcanzar un equilibrio en estos aspectos, cualquiera sea el tipo de pareja que tengan, conviene que comiencen por plantearse las siguientes preguntas a modo de reflexión:

* ¿Hacemos un pozo en común y lo administramos los dos?

* ¿Los dos nos permitimos darnos gustos personales?

* ¿Si hay una compra importante la decidimos en conjunto?

* ¿Decidimos en conjunto el destino de los ahorros?

* ¿Ambos tenemos la responsabilidad de mantener la casa ?

* ¿Considero que me esfuerzo solo por mi familia, o mi empeño encierra algún sueño oculto?

* ¿Siento culpa si admito que lo hago más por mí que por ellos?

* ¿Creo que mi trabajo me enriquece? ¿En qué aspecto?

* ¿Lo hago por vocación, por dinero o para escaparse de mi casa?

* ¿Cada uno en la pareja tiene tiempo para sí mismo?

Y además de la reflexión, se pueden hacer ciertas tareas para mejorar la situación:

* Júntese con su parea y anoten entradas y salidas de dinero .

* Respecto al dinero sobrante, haga cada uno una lista de cómo lo distribuiría.

* Escriban cada uno el destino que le daría, anotando al lado el objetivo que

persigue. Por ejemplo:

Ropa ( disfrutar)

Ahorro (seguridad)

* Luego hagan cada uno una lista ordenada de sus valores y comprométase a respetar los

propios y los del otro.

* Vuelvan a distribuir los gastos, basándose en sus prioridades.

* En caso de que en lugar de sobrante haya deudas, hagan el miso procedimiento

para determinar cuáles se saldan primero.

LAS SOCIEDADES FAMILIARES

Las sociedades familiares traen tantos conflictos que podría escribirse un libro aparte. Para no extenderme en exceso prefiero remitirme a los que tienen dificultades para separarse de la familia de origen, ya que en primera instancia pertenecen a este grupo. La particularidad es que la sociedad le permite a la familia funcionar como un clan. Y un clan no permite la independencia de los miembros. La sociedad está por encima de cualquiera de sus partes.

Y si bien el individuo está amparado por ella, pierde autonomía. Pero lo más importante del clan es que sus mecanismos hacen difícil, por no decir imposible la discriminación. Cada vez que uno de los miembros se diferencia, amenaza la estabilidad del grupo. Se juegan valores como la lealtad y el espíritu grupal, que cargan de culpa a cualquiera que intente hacer una elección individual.

Un ejemplo es el de una mujer que me decía: «Mi marido tiene una sociedad con su familia y yo siento que jamás voy a ser dueña de nada. Excepto el auto, todo lo demás está dentro de la sociedad. El argumenta un problema de impuestos, pero lo cierto es que conmigo no tiene nada y no me atrevo a decírselo por miedo a que crea que soy interesada».

En este caso el mapa se trazaba así :

F _ H______M

h

donde F = familia

Fue necesario trabajar con él la capacidad de expresar lo que sentía y la puesta de límites para con su familia de origen. Este proceso fue largo, ya que había mucha manipulación por parte del grupo con los consiguientes sentimientos de culpa. (VER EDIPO PAG.)

Otra mujer argumentaba: «Mi marido trabaja en la empresa de mi padre. Económicamente, nos conviene, pero él teme poner todos los huevos en la misma canasta porque dice que si el día de mañana nos divorciamos, pierde todo, la familia y el trabajo. Me preocupa que esté pensando en algo así». En este caso, la propuesta de la familia de ella era incorporarlo al clan y el mapa familiar, el siguiente:

F + H +M

donde los dos miembros de la pareja y la familia de ella están en el mismo plano.

El marido sabía que la condición del clan era la fidelidad y permanencia y que, de no cumplirse, quedaría fuera. Si bien hay personas que con estas condiciones se sienten seguros, otros se sienten asfixiados. También en este caso fue fundamental trabajar el tema de la autoridad y los límites.

Cada caso de sociedades familiares puede ser diferente y para su solución requiere de un trabajo terapéutico de la pareja y que muchas veces incluye a otros miembros de la familia. Pero lo importante para quienes se encuentren en estas situaciones es que puedan reflexionar sobre el tema para luego tomar una decisión terapéutica. Haciéndose las siguientes preguntas pueden ayudarse a sí mismos:

* ¿Si me divorciara de mi pareja, contaría con algún capital ganancial?

* ¿No temo quedar en semejante circunstancia despojado/a de mis bienes?

* ¿Me he ocupado de informar a mi pareja que **((ocurriría en esa circunstancia de manera que considere de hacerse un capital propio por cualquier cosa que ocurriera en el futuro))?

* ¿Si yo muriera, quién administraría los bienes de mi pareja?