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Vacío existencial – Patologías de Vacío

Estamos en la Era del vacío y tenemos patologías consecuentes con él.

Llamamos así a todas las que tienen su origen en el vacío existencial; adicciones, compulsiones (juego, compras), algunas depresiones, trastorno narcisistas. El denominador común a todas ellas es la angustia y la necesidad imperiosa de calmarla, tapándola con objetos, comida, drogas, salidas, movimiento. La cuestión es no detenerse, no pensar. La hiperactividad oculta la soledad extrema en que se vive. Aunque haya gente alrededor, ninguna escucha. Pareciera que nada valiese la pena, excepto satisfacer los deseos más inmediatos. Como no existe un para qué, hay que buscar complacerse en el presente.
La gran pregunta es de qué depende esto, algunos responsabilizan a la publicidad, pero ésta es el medio de una sociedad de consumo que a su vez es consecuencia de otra cosa. A mi entender a principios de siglo XX se puede detectar con lo que Nietzsche llama “La muerte de Dios”, y dan cuenta de ello otros autores como Samuel Beckett en su obra “Esperando a Godot” o en “La tierra baldía” de Eliot. Todas estas obras hablan de la desconexión del hombre con lo sagrado.

Para el filósofo, Dios es el misterio que está más allá de la comprensión y la razón. Es el creador aunque también sea una creación nuestra. Como diría Campbell es el hombre quien le pone las máscaras a esa fuerza superior a la que nosotros le ponemos el nombre de Brahama, Alá, Tao, Dios…, puede ser inmanente o trascendente, o ambas cosas. Lo importante es que el hombre tradicional creaba espacios sagrados para lograr esa conexión. Eso no significa ir a un templo a pedir favores, hacer promesas para recibir ayuda y después decepcionarse si no se logra lo que se pidió; conectarse con lo sagrado es simplemente ser capaz de advertir que hay una fuerza más allá de uno a la que no podemos acceder pero que nos maravilla.

Lo que nos hace humanos es la posibilidad de emocionarnos con la naturaleza, asombrarnos con el misterio de la vida que cambia y a la vez permanece, esa vida que se impone a pesar de todo. No somos mejores que otros animales o que las computadoras porque razonemos, sino por esa capacidad de maravillarnos, de captar el misterio.

Heidegger decía que llegamos demasiado tarde para los dioses y demasiado temprano para el Ser. Entiendo que esta frase significa que necesitamos un poco más de madurez para captar el Ser. Ése que no puede definirse porque al hacerlo lo estamos transformando en un ente (Cosa) . De ahí que la mayoría de las religiones no tengan para él un nombre preciso. Los judíos hablan de los 72 nombres de Dios y los islámicos hablan de 99 . El ser es la esencia de ese que se construye siendo.

Quizás nuestro problema arranque a partir del momento en que comenzamos a cosificar a Dios, no sólo cuando le ponemos un rostro sino cuando lo invocamos como fuente de favores que de no otorgarse, nos hacen dudar de su existencia –“ Si las cosas están como están es porque no existe”.

Dios es misterio, eso que no se puede explicar pero que se hace presente a través de su su obra. Sentirnos parte de un plan Divino, de un orden es suficiente para sentir que la vida tiene un sentido.

Para bajar estos conceptos a la cotidianidad, tomemos por ejemplo el concepto de utilidad. Hoy todo tiene que ser útil, las cosas, nosotros y hasta Dios. ¿Para qué sirve creer? Se preguntan algunos; útiles son las cosas, útiles son los medios, no los fines.

Heidegger decía que el arte era maravillosamente inútil, por eso una obra de arte no se devaluaba, las cosas útiles, en cambio, son las que se convierten en basura. No bien dejan de ser útiles uno las descarta. Ahí es cuando comienza esta era del vacío. Si todo se define por su utilidad, todo es descartable, incluso nosotros la única pregunta que podemos hacernos es ¿Útil para qué? Y la única respuesta pareciera ser: para nada, si después morimos.