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TRIBUS URBANAS

La sociedad de hoy presenta una realidad compleja: por un lado asistimos a una adolecentización de los adultos que, mientras pueden, intentan mantenerse en un estado de juventud permanente y una eternización de la adolescencia en los jóvenes, quienes en lugar de vivir ésta como una etapa, intentan cristalizarla de manera de transformar la adolescencia en una forma de vida. De ahí que todos parecen compartir la misma franja etaria.

Sin embargo los adolescentes necesitan diferenciarse de los adultos, y muchas veces para lograrlo lo hacen de un modo que a los adultos les parece incomprensible, peligroso, abriendo un espacio abismal con la generación anterior. Esto sorprende a los adultos, sobretodo a aquellos que han decidido estar tan cerca de sus hijos como si fueran amigos. Son ellos los que no pueden comprender la apertura de esta brecha que pareciera hacerse cada día más profunda. Las dos preguntas obligadas serían: ¿Será que la diferencia entre adultos y jóvenes debe existir? y ¿si los adultos se acercan a los jóvenes, se ven éstos obligados a exagerar las diferencias?

Si bien esto no haría más que reeditar una situación evolutiva común

que a la postre daría como resultado el corte entre hijos y padres (eventualidad necesaria para que los primeros emerjan como seres diferentes y autónomos), esto no se da. Los jóvenes se estancan en una adolescencia que no es una etapa evolutiva, sino una etapa de vida mientras los adultos los observan perplejos y asustados.

 

Las tribus urbanas surgen como manifestación de un cambio social agrupando jóvenes a partir de sus preferencias musicales y estéticas, pero son mucho más que eso. Son metáforas del cambio social que expresan concepciones políticas y sociales, la relación con los otros y con el propio cuerpo. Entender su mensaje es el primer paso para comunicarse con ellos.

 

Nos preocupan los episodios violentos que las rodean, pero si tenemos en cuenta que esto es el resultado de una sociedad fría y poco contenedora que en lugar de cuidar a sus jóvenes los catapulta a una realidad competitiva, individualista y excluyente, en lugar de verlo como una característica de los chicos de hoy nos haremos cargo de la parte que nos compete.

Estas agrupaciones juveniles no son otra cosa que el resultado de las tensiones, contradicciones y ansiedades que embargan hoy a la juventud. Agrupándose, los jóvenes expresan su sentir respecto a la sociedad, la política, los otros, y a su vez encuentran un grupo de pertenencia que los cobija y defiende.

Es que los adolescentes de hoy, si bien están separados de sus mayores por pocas generaciones, sienten frente a ellos un abismo difícil de superar. Sus códigos y valores han cambiado, la manera de expresarse intergeneracionalmente no es la misma que en otras épocas.

Las tribus les permiten intensificar sus vivencias personales y encontrar una posibilidad de gratificar su afectividad.

Los centros comerciales, la televisión, las revistas, los recitales, Internet, son los puntos de referencia clave en las experiencias de los jóvenes de hoy. Allí acceden a gran cantidad de bienes culturales y de allí escogen buena parte de los símbolos y signos de los cuales constituyen sus propias identidades.

Estos grupos juveniles no utilizan medios de comunicación convencionales, sin embargo nos hacen saber lo que piensan a través de los GRAFITTIS, LOS RITMOS TRIBALES, LOS PEARCING, y SUS CONSUMOS CULTURALES.

Quien presta atención a la letra de sus músicas, comprenderá qué piensan y sienten. Quien observe sus adornos, o sus inquietudes comprenderá qué necesitan, valoran y eligen.

Hay muchas tribus y permanentemente emergen nuevas. Se dividen por sus elecciones musicales: los heavy, los stones, los cumbieros; por su forma de vestir: Dark, visual, otakus.

 

Los emo y los floggers son, hoy por hoy, las tribus urbanas con más protagonismo mediático en la Argentina.

Los primeros reivindican la emoción, parecen unos románticos de siglos pasados, se visten de negro, con cierto parecido a los dark, a veces se lastiman para buscar el sentimiento.

Los floggers, sus rivales, visten a la moda, tienen un culto por el cuerpo, se sacan fotos y suben todo a Internet. Aparentemente frívolos, esta tribu expresa esa necesidad de los jóvenes de hoy de estar permanentemente conectados, mostrando su vida por la red, y aspirando a la fama como único puente al éxito.

 

Podríamos ahondar mucho mas en las tribus descriptas, o aunque sea caracterizar otras de menor conocimiento público, pero no es el propósito de este espacio hablar de ellos sino tratar que los adultos entiendan su sentido y funcionamiento.

Cada una de estas tribus ha edificado su identidad a partir de características que han sido llevadas a un extremo y transformadas en un todo. Esta actitud de polarizar y tomar la parte por el todo es algo normal en la adolescencia, es la productora de heroicidades y también fanatismos. El problema que de esa misma manera se constituye un grupo rival, y cuando alguien polariza tiene una concepción dual, si algo es bueno, lo otro es malo. No existen los grises ni los términos medios.

Siendo determinados rasgos idealizados, los opuestos quedan demonizados. No hay alternativa y la conclusión es clara: guerra a lo diferente, muerte a lo opuesto.

 

Qué podemos hacer los adultos:

1 – Mantener la distancia entre sus hijos. No se coloque en el lugar de amigo

2 – Tampoco se convierta en su oponente.

3 – Acercarse a ellos no es vestir como ellos, sino hablar, preguntarles sus opiniones, tratar de comprender su punto de vista.

4 – Legitime las opiniones de su hijo. Confronte si no está de acuerdo, pero no descalifique.

5 – Confrontar es dar un punto de vista,. Dar razones, hacer preguntas.

6 – No trate de convencer a su hijo que usted tiene razón. Hágalo hablar, interésese por su forma de ver las cosas.

7 – Propóngale actividades para hacer juntos. Actividades que le puedan interesar.

8 – Comparta.