Saltar al contenido

MUJERES SIN PAREJA POR ELECCIÓN DEL OTRO

(extracto del libro “Con el reloj en el cuerpo”)

-No puedo seguir perdiendo el tiempo. Ahora cuando alguien me invita a salir voy directo al grano y les pregunto hacia dónde va la relación.

-Mientras yo trabajaba y trataba de hacerme un lugar en la profesión, los mejores candidatos se fueron casando y ahora tengo que conformarme con los que van por segunda vuelta y ya tienen hijos.

En ocasiones la conciencia de finitud afecta la manera de vincularse. Si has caído en la cuenta de un día para otro, es probable que te sientas vulnerable y en desventaja, esto puede afectar tu autoestima y como consecuencia la manera de relacionarte con el sexo opuesto.

CUANDO EL RELOJ ATENTA CONTRA LA AUTOESTIMA

La autoestima de la mujer creció a nivel profesional, laboral, pero no en el aspecto sentimental o afectivo.
Todavía hay muchas mujeres cuya autoestima depende de que un hombre las elija para compartir su vida. No advierten que si esto no ocurre no es porque vayan quedando menos hombres sino porque ellas tienen dificultades para elegir o hacer vínculos estables.
Si eres de las que lee la realidad según la ley de mercado y te han convencido que cada día son más las mujeres demandando un elemento que escasea: los hombres, es probable que termines convenciéndote que tu valor está en merma.
No eres un objeto, ni tu valor depende de la utilidad que tengas. Las cosas útiles no bien pierden su utilidad se convierten en descartables. Fíjate que los objetos valiosos no tienen utilidad, por ejemplo: las obras de arte. Pero nosotros no somos objetos útiles ni inútiles, somos seres que nos vamos desplegando a medida que vivimos. El ser no se mide, no se evalúa. Se es siendo, desarrollándose y en este despliegue, nos conectamos con los otros y nos transformamos y a su vez dejamos huellas en los que nos rodean que también evolucionan.
De esto se trata la vida, sólo si te registras como un ser en movimiento, un ser que no se agota en una definición: linda, fea, buena, … porque toda descripción acota, limita. Somos siendo. Esto significa que en la medida que actuamos vamos transmutándonos. Quien se quedó pegado a una definición: independiente, sexy, maternal, se ha cristalizado. A veces ese es el problema por el que una persona queda sola. Se ha quedado anclado a un atributo que vino bien en determinado momento, pero después no funcionó. Lo bueno es lograr ser todas esas cosas según las circunstancias, y el entorno.
Por eso cuando seas capaz de mirar para adentro sin evaluar, dando espacio a que se manifieste aquella que se presenta en determinado momento: la celosa, la independiente, la envidiosa, la vulnerable, … a cualquiera de ellas, y le das el lugar y atención que necesitan, entendiendo que nada de esto te define, simplemente son momentos que hay que tener en cuenta para trabajarlos y seguir creciendo. Cuando puedas hacer esto sin valoración: bueno, malo, entonces podemos decir que tu autoestima es buena.

En lugar de decirte: – Soy un desastre, si se dieran cuenta de mis inseguridades y celos huirían de mí.

Te dijeras: – Me estoy sintiendo vulnerable, veamos qué es lo que me da miedo.

Entonces sí podemos decir que estás en el mejor camino, el del cuidado de ti misma.

No se trata de creerse perfecta o sin faltas, quien tiene buena autoestima reconoce lo que no puede, lo acepta y en todo caso trabaja para mejorarlo.

Si haces depender tu autoestima de que alguien, cualquiera sea, te suba o baje el dedo, estás en problemas. Cuando somos niños nos miramos en la imagen que nos devuelven nuestros padres. Si es mala, nos sentiremos mal, si nos dicen que es perfecta, probablemente creceremos con la sensación de haberlos engañados y con mucho temor a decepcionarlos.

Tendrás buena autoestima cuando no conviertes al mundo en un espejo, sino que aprendes a mirarte y te reconoces como un ser en movimiento permanente con actitudes a desarrollar y otras para manejar.

Si bien son muchas las mujeres que eligen vivir sin ataduras afectivas, todavía son más las que eligen estar en pareja. El problema no está en qué tipo de elección haces, sino en que hagas depender tu autoestima de otro. Que necesites ser confirmada por un hombre para sentirte valiosa. Es curioso, pero he encontrado este mecanismo aún en quienes han decidido estar solas. Recuerdo una muchacha muy requerida como mujer, que decía: “Por suerte nunca me faltaron hombres, es por eso que no los necesito”. Cuando le pedí que me aclarara esto me dijo: “Yo sé que gusto, por eso puedo elegir no comprometerme. Si no tuviera suerte con los hombres quizás estaría tratando de encontrar a alguien, como muchas de mis amigas, para sentirme linda.” Y aunque parezca extraño , son muchas las mujeres que sólo se ven confirmadas como tales cuando entran en una relación estable. Todavía sigue funcionando esto de: “Ninguno me quiere para casarme” se quejaba una de mis pacientes que no lograba consolidar una pareja, sin advertir que era por su manera de relacionarse que no lo lograba y no porque no fuera valiosa.

Este tipo de pensamiento coloca la mujer en un lugar de objeto. No digo objeto sexual, sino objeta, de esos que están en exposición, algunos muy requeridos, por lo tanto: valiosos y otros en mesa de oferta.

El secreto para mejorar tu autoestima está en darte cuenta que lo que te ocurre es producto de tus elecciones y tu manera de vincularte.

Quizás estés dentro del grupo de mujeres que ha jerarquizado otras cosas y de pronto cambias tus prioridades a mitad de camino. Si en un momento optaste por la aventura, la pasión, el trabajo, la competencia profesional ¿Qué es lo que hizo que en determinado momento te conviertas en la más acérrima Susanita?

A mi entender no es otra cosa que el bendito reloj que está por sonar.

Venías bien tenías un trabajo que te gustaba, capacidad económica para darte determinados lujos, tiempo para salir con quien desearas y dónde te gustaba, incluso la posibilidad de optar entre las numerosas propuestas afectivas, pero un día te diste cuenta que las propuestas vienen de hombres casados. A tu alrededor tus amigas de la adolescencia ya tienen hijos, cuesta conocer a un tipo no comprometido, entonces caes en la cuenta que tu pirámide se ha estrechado. Cada vez son menos los hombres solteros, profesionales y con disponibilidad económica como para que no dependan de ti.

Por otro lado, esos pares tuyos se sienten en la punta de una pirámide que para ellos se amplía. Pueden buscar mujeres más jóvenes, profesionales o no, con o sin disponibilidad económica.

Si valoramos esta situación según las leyes de mercado las mujeres te devalúas. Si te colocas en esa postura tu forma de vincularte se modificará. Sin darte cuenta te presentarás como una desesperada que quiere sacar ventaja y ocultar su sensación de ser mujer sobrante. Esto es lo que termina por dejarte sola.

El problema está en el vínculo, y lo has cambiado porque sientes el peso social e interno de encontrar una pareja cada vez con más desesperación.

Te has olvidado que tus prioridades fueron otras, que apostaste a tener una vida plena, que esperabas encontrar un hombre con quien realmente valiera la pena compartir tu vida sin aburrirte. Todo eso lo olvidaste y entraste en desesperación a causa del bendito reloj. Es así como de ser valioso pasaste a considerarte material descartable que requiere de la elección de un hombre, no solo para tener un hijo, sino y fundamentalmente para que te cure la herida narcisista que se ha abierto.

Vínculo disfuncional que te impide encontrar un compañero.

De pronto tus vínculos se han transformado, estás haciendo con el hombre lo que llamamos vínculos narcisistas en los cuales no hay dos personas sino sólo una. A veces es el otro quien sólo se convierte en una cucarda más o menos valiosa de acuerdo al grado de dificultad que se tenga para conseguirla. En este patrón, los hombres dispuestos, que te buscan con concretas posibilidades de hacer prosperar un vínculo te resultan poco atractivos, con ellos no tienes onda.

Al entrar en la dinámica del mercado, te has convertido en un objeto de saldo, que convierte al otro en un trofeo para que te devuelva tu condición de mujer valiosa.

El candidato cucarda es más valioso según éxito profesional, las experiencias que han tenido y por supuesto el dinero que no te importa en sí mismo sino como símbolo de potencia. Sin embargo,lo que hace que tenga un valor agregado es que no te busque.Como diría Grouncho Marx. “Nunca me haría socio de un club que me acepte entre sus miembros”

Cuando entras en este tipo de vínculo te olvidas que una relación depende de la energía que circule entre dos personas, no me refiero sólo a energía sexual. A esta altura sabes que el sexo no siempre va acompañado de amor. Me refiero a la capacidad de reírte, de hacer complicidad, de compartir con la otra persona.

¿Cómo sabes si estás haciendo vínculos narcisistas?
Si estás desesperada por alguien que no está contigo, que no te busca, que no comparte, es probable que así sea. No se puede hacer un vínculo con alguien ausente. Si no se dan ninguno de estas condiciones de complicidad, diversión mutua, y proyectos, entonces has depositado tus expectativas en alguien que sirvió de percha y te obsesionaste con esa proyección.

Antes te decía que una de las características de este vínculo es que hay una sola persona. Alguien y su reflejo ideal proyectado en otro al que no se lo ve. Si miras a través de un espejo, no puedes ver del otro lado, sólo te ves a ti misma. En este caso es igual, lo que estás viendo son tus proyecciones. Lo paradógico es que, si uno no llega a ganarse la cucarda tan valorada, entonces caes en el negativo del ideal, lo que provoca mucho dolor y desesperación que fácilmente se confunde con amor.

Te es perentorio lograr al otro, entonces te sometes a lo que supones él espera de tí y, lo curioso, es que terminas desapareciendo tú. En una palabra, en las relaciones narcisistas, siempre hay una sola persona. Tú, o él.

Te preguntas cómo puede ocurrir esto. Sencillamente, porque te has dejado de escuchar. Como dice Nietzsche: Quien no se escucha, obedece. Y tú estás obedeciendo lo que supones es el deseo del otro.

Quizás hasta hayas dejado de disfrutar de tus relaciones sexuales con él. Pendiente de conformar sus deseos te olvidas de los tuyos. No sabes por qué, pero ése al que supuestamente “amas”, es con quien menos disfrutas.

Podría ser que la exigencia por ser perfecta, sin olores, hermosa, sin vellos, también estén atentando contra el placer.

Si estás con alguien que no responde a tus demandas, que se ausenta y no te atreves a preguntar qué le pasó o pedirle más presencia porque temes que crea que lo persigues. No tienes proyectos en común ni te atreves a hacerlo. No planean fin de semana o vacaciones juntos porque piensas que lo ahogarías y de él no surge, es casi seguro que estás en un vínculo de este tipo, disfuncional. Tratas de seducirlo a cualquier precio para que te devuelva la autoestima perdida, pero lo paradojal es que en lugar de aumentarla en este proceso baja tanto, que termina por desaparecer por completo.

Cada rechazo aumenta el vacío que hay en ti y esto incrementa la conducta adictiva. Confundes esta desesperación y necesidad con pasión. Los pequeños elementos que el otro te ofrece (una llamada a cualquier hora, una invitación imprevista) te hacen tocar el cielo con las manos. Es entonces que te sometes totalmente al deseo del otro, no pones condiciones para no espantarlo, toleras cualquier cosa, y terminas desapareciendo.

La paradoja es que por estar con alguien a quien no ves en realidad, terminas desapareciendo tú, y el otro solo, sin alguien a quien conquistar, oponer, convencer, seducir, se aburre y se va.

En lugar de atraerlo, lo distancias. No entiendes por qué, pero esto ha sucedido y cada día confirmas más que no hay hombres, que tú estás vieja, que tus posibilidades han mermado y que debes conformarte con cualquiera.

En lugar de volverte más selectiva, aceptas cualquier invitación, a la hora que sea y consientes lo poco que te ofrecen. Ese es el momento en que has dejado de percibir tus propios deseos ¿Qué espero del otro? Atrás quedó la chica pretensiosa, crees haber dejado pasar el tiempo, pero no se trata de eso, sino que estás haciendo mal el vínculo. Te parece que el tiempo entonces se ha vuelto implacable y tu causa perdida, cuando en realidad eres tú quien ha perdido conexión consigo misma.

Lo que la ha perdido es tu falta de selectividad. No estás haciendo pareja no porque no seas lo suficientemente buena, sino porque eliges a quien no te elige, o a hombres con problemas para amar. Confundes el dolor que causa la herida en el ego, con amor, y aquellos que no te producen vértigo te parecen aburridos. El reloj te ha comenzado a apurar y entonces te debates entre aceptar a quien no quieres para poder embarazarte, sabiendo que no harás una buena pareja, no porque él sea malo, sino porque tú lo desvalorizas por el simple hecho que te valora. La otra opción es seguir detrás de esos que supuestamente amas creyendo que sólo si lo consigues te devolverá la autoestima. La mala noticia es que, si ése que hoy no te mira, llegase a hacerlo, probablemente a ti dejaría de gustarte.