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LOS PADRES Y LOS LÍMITES

En un mundo de pautas cambiantes y modelos caducos, educar a un hijo se ha convertido en un difícil desafío.

Antes la vida se desarrollaba dentro de pequeños grupos que compartían los mismos códigos, por eso aunque muchas veces las dificultades de la cotidianidad no les permitía a los padres prestarles a sus hijos toda la dedicación que ellos hubieran querido, estaban seguros de que cualquiera de las personas que los rodeaban participaban del mismo sistema de valores y les trasmitirían las mismas enseñanzas. Hoy, en cambio, son muchas las diferencias , inclusive dentro de la misma familia, y ni que hablar de los medios (televisión) que insertados en un sitio de honor dentro de la casa introducen gran cantidad de modelos , algunos compatibles con la manera de sentir y pensar de la familia y otros muy lejanos a ellos.

Ante la oferta creciente de opciones, valores contrapuestos, y modelos variables, adultos y jóvenes se sienten confundidos. Para poder hacer una selección, es necesario jerarquizar, y no todos tienen los elementos para hacerlo, mucho menos un niño. Lo más seguro es que se coloque en un papel de testigo indiferente, que acepta cuanto se lo ofrece. A su vez los cambios permanentes desactualizan toda experiencia anterior, por lo que resulta imposible copiar a los antecesores, inclusive a veces ni siquiera es posible recurrir a la memoria de la propia experiencia.

El mundo de hoy exige una adaptación constante, lo que requiere una gran dosis de creatividad por parte del individuo. Si a esto le sumamos la crisis económica, la inestabilidad , podemos comprender por qué muchos padres oscilan entre un cuestionamiento saludable y una desorientación peligrosa. Como trabajadora de la salud mental me preocupa tanto los padres que tienen dificultades para adaptarse a los códigos de hoy, como los sobreadaptados para los cuales todo vale. En general los primeros generan conflictos constantes con su prole y con el medio. Los otros, con su aceptación incondicional borran diferencias y jerarquías, de resultas de lo cual es imposible distinguir a estos padres de sus hijos. Lo que no queda claro es: si son los progenitores quienes se han estancado en un lugar de inmadurez, o los hijos los que están exigidos a compartir un espacio para el cual no están preparados.

CHICOS DESOBEDIENTES / LIMITES NO CLAROS

Ser padre implica ejercer la autoridad , lo que es muy diferente a autoritarismo, pero pareciera que esta diferencia no siempre se reconoce y por temor a caer en el despotismo hoy nos encontramos con un vacío de autoridad.

Todos son iguales, no hay jerarquías , el lugar de los padres ha quedado vacante , y los hijos en muchos casos están huérfanos, con toda la desprotección que esto significa . Porque la autoridad no sólo limita, también protege . Esa es la función de ley, que los padres deberían impartir . Los límites contienen, dan seguridad, y funcionan de gúia. Son como la rivera de un río que le da forma a su recorrido, sin ellos se formaría un charco.

Pensemos en un referí de futbol. Está en la cancha para que pueda desarrollarse el partido y proteger a los jugadores . Sin él el partido sería caótico, y probablemente los jugadores saldrían lastimados .

Y las leyes no se negocian, se ponen. No hay discusión . Cuando alguien pasa un semáforo en rojo, está en infracción. No se pasa más o menos , ni lentamente, cuando está en rojo hay que frenar, sino hay penalización.

Muchos padres , temerosos de cumplir su rol, discuten con sus hijos las normas de convivencia que ellos pretenden poner. Tras la «charla» esconden sus dudas y buscan la autorización de los hijos , subvirtiendo los roles y las jerarquías .

Está bien que el padre aclare el por qué de determinada regla, pero no es necesaria la aprobación o la comprensión del otro para que entre en vigencia.

Si el joven , niño entiende, o no, porque debe colaborar, no es excusa para que no lo haga.

Sería bueno que lo comprenda, pero esto no es lo mismo que acordar. Los hijos pueden entender las razones del padre y no estar de acuerdo, y sin embargo deberán cumplir la regla.

EL gran tema es qué hacer cuando el hijo transgrede . ¿Se castiga?

Yo prefiero hablar de hacerse cargo de las consecuencias de su acción.

Lo que debe quedar claro, es que los actos tienen consecuencias y cada uno tiene la libertad de elegir qué hacer. Este es el mayor aprendizaje que puede tener una persona y puede comenzar en las más tierna infancia . Un niño pequeño , por ejemplo deberá aprender que si ha roto un juguete , no lo tiene más a menos que aprenda a repararlo . No es bueno reponer lo roto como si nada hubiera pasado. Si es ya más grandecito y ha reprobado , que utilice sus horas libres para estudiar lo que no sabe. Decir todo que sí, es comodidad, y es tan negativo como el «no» excesivo. Es importante que el niño sepa que ante un «No» hay otro «SI» . De esta manera se ejercita la flexibilidad , tan importante para la inteligencia emocional de las personas. La frustración no sólo no es tan mala como se piensa, sino que es necesaria. A partir de ella se busca nuevos caminos , es decir que la frustración incentiva la creatividad. Una persona con poca tolerancia a la frustración tiene asegurado un futuro desdichado.

En la medida que el niño comprende que las consecuencias de sus actos las paga él, solo comienza a elegir. Pedirle a un niño que se autolimite es pedirle demasiado , y es lo que hacen quienes no ponen límites. Por eso muchos chicos los piden a gritos.

Una de las causas más comunes de desobediencia es la complicidad con uno de los mayores . A menudo nos encontramos con que uno de los progenitores funciona como quinta columna ( desaveniencias conyugales o algún abuelo/a). Por eso es importante asegurarse de que las leyes sean consensuadas por la pareja.

Cuando la pareja no está de acuerdo, lo primero que deben hacer es conversar sus diferencias. Probablemente ese desentendido encierre otro tipo de reclamos. Si solo se tratara de diferencias en los puntos de vista, tener en cuenta que es peor un doble mensaje que una norma inadecuada.

Otras veces la permisividad es producto de la comodidad o la impotencia.

Es común que padres muy controladores, cuando se cansan de no poder manejar la situación, pasen al otro lado y se vuelvan demasiado permisivos.

Los límites son las normas que permiten lograr una buena convivencia, y el normal desarrollo del niño. Pero el chico tiene derecho a elegir sus actividades cotidianas, inclusive puede elegir cumplir o no dichas normas. Control es no permitirle ejercer este derecho. El controlador no pone normas, dicta conductas. Los padres deben permitir que el niño ejerza su derecho a elegir porque de esta manera aprende a hacerse cargo de los resultados de sus acciones. No todo es posible, pero tampoco nada. No se puede pretender que el niño se ponga sus propios límites, porque implicaría demasiada exigencia para el menor. Cuando los padres le dictan las respuestas lo están haciendo dependiente. Se supone que toda educación tiende a lograr la autonomía del sujeto, esto significa que la persona es capaz de ponerse las propias normas y para ello nada mejor que ejercer el derecho a elegir y conocer el resultado de estas elecciones.

PARA TENER EN CUENTA

  • LOS LÍMiTES NO SE NEGOCIAN
  • SER FIRME Y CLARO
  • NO ARREPENTIRSE
  • NO AMENAZAR CON ALGO QUE NO SE CUMPLE
  • ACEPTAR QUE EL NIÑO ESTÉ EN DESACUERDO
  • NO TRATAR DE CONVENCERLO, HACER CUMPLIR LA REGLA
  • ENFRENTARLO CON LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS