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LAS FIESTAS

MITOS SOBRE FIESTAS:

•  Miden el compromiso que hay con la familia

•  Son conflictivas cuando la gente se lleva mal

•  Representan una tradición y es importante conservarla

•  Cuando uno elige, está mostrando dónde están sus afectos.

•  Hay que enseñarles a los jóvenes el valor que tienen y solicitarles estén presentes.

•  Son los padres divorciados quienes pautan dónde la pasan los chicos.

•  Es una oportunidad de unión, y no debe significar una exigencia.

•  No representan nada y por eso es preferible irse para estar lejos

•  Los compromisos ulteriores de los chicos determinan cómo y dónde pasarla.

•  Hay que ser tolerante y tratar de llevarse bien aún con quienes no se quiere.

PADRES SIN SUS HIJOS POR SECUESTROS DE UNO DE LOS PROGENITORES

Las fiestas tienen un sentido tradicional de unión familiar y ponen de manifiesto, las ausencias, y también las relaciones afectivas. Es época de balance.

Las madres que no están con sus hijos, (secuestros por parte de uno de los padres ) sienten la ausencia todo el año. En realidad la pérdida es tan grande que no necesita de la fiesta para manifestarse. En estos casos es útil llevar un diario en el que escriban minuciosamente lo que hacen. No algo sentimental y deprimente, pero sí que incluya lo que se hace para lograr el acercamiento, así también como los pensamientos que les hayan dedicado.

Es importante que la discontinuidad que hay sea de alguna manera paliada. Crear un camino, aunque no lo puedan transitar juntos, pero que esté. Cuando tengan oportunidad de reencontrarse podrán recorrerlo . Saber que a pesar de la ausencia, el vínculo siguió existiendo.

PADRES SIN SUS HIJOS POR MIGRACIÓN

Uno de los males de la globalización es la gran migración que se produce. Cierto que por otro lado la tecnología palia de alguna manera esta ausencia favoreciendo las comunicaciones.

Para esto padres más que para ningún otro se da esto de que los hijos no son propiedad de nadie , sino de la vida. En general hay permiso para irse. Esto implica que los han educado de manera que esto sea posible.

Las familias no son estáticas, la vida no lo es. Hay cambios todo el tiempo, y es importante estar acostumbrados para estos. Cambios que incluyen desplazamientos, nuevas formas de relación. Si uno está preparado para esto, el crecimiento se hace armonioso y sin culpas.

Fiel al mandato de la tradición, al llegar las fiestas las familias se preparan durante semanas para estar juntos en el brindis que, sin embargo, no siempre es vivido en un clima de verdadera alegría. Para muchos, detrás de esa celebración se esconde alguna tristeza o conflictos que afloran, precisamente, en medio de los afectos.

“Todos los años en esta época me siento dividida: por un lado, el entusiasmo del nuevo año, pero, al mismo tiempo, cierta melancolía no siempre explicable. Me reúno con mi familia y todo bien, pero somos muy pocos y entonces recuerdo la clásica foto publicitaria de la gran fiesta y como no respondemos a ese modelo, me digo: ¿me estaré perdiendo algo?” Este es el balance de fin de año que hace la diseñadora gráfica Lorena Szenkier y con el que muchos podrían coincidir.

Diciembre es un mes que impone un mandato colectivo: la decisión de que uno cambie su modo de vida para ser más feliz y conseguir objetivos que todavía no se alcanzaron. ¿Pero cómo lograrlo si uno está angustiado?

La pesadilla del balance anual confronta a cada uno con sus dudas existenciales y las reuniones familiares se instalan como mesas examinadoras.

Las familias, con sus mandatos explícitos (y a veces no con sus dudas existenciales y las reuniones familiares se instalan como mesas examinadoras.

Las familias, con sus mandatos explícitos (y a veces no tanto), definen trayectorias deseadas y a veces lo que aparece como una falta no es más que la distancia entre el camino recorrido y la dirección pautada o lo que faltó transitar.

«Muchas personas desplazan en el calendario su necesidad de cambiar, como si la última semana de diciembre tuviese un poder mágico para generar situaciones renovadoras; pero la vida no tiene fechas fantásticas y cada uno tiene que buscar sus propios tiempos para romper con lo que quiere transformar, que emerge con particular intensidad en esta época del año», señaló el licenciado Emilio Aguerreberry, profesor de Salud Mental en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

«A fines de septiembre y a principios de octubre empiezan a surgir las angustias ligadas a los conflictos pendientes y todo lo que no se quiso ver o se dejó de costado durante el año», sostuvo Ana Martínez, directora de docencia del Centro de Familias y Parejas.

«Las fiestas de fin de año tienen el poder de convocar viejos dolores, resentimientos y frustraciones que articulan en cada uno tres instancias: quién fue «mandado» a ser; quién quiere ser y quién puede ser», explicó Martínez.

Pero lo curioso es que la dialéctica entre el debe y el haber existencial no se limita al posicionamiento individual en el contexto de los mandatos familiares, sino que confronta a las familias mismas con las exigencias impuestas por los mandatos sociales.

Familia feliz

«Es curioso, pero es tan fuerte culturalmente esta mistificación de la familia feliz, que aun entre quienes están solos, las fiestas agudizan el sentimiento de soledad mientras disparan la añoranza por una familia que nunca tuvieron», comentó la terapeuta familiar Silvia Rucquer, psicóloga del Centro de Salud Mental Nº 3 Doctor Arturo Ameghino.

Y asegura que las reuniones familiares tienen el poder de desnudar conflictos y divergencias.

Sin embargo, es tan fuerte la exigencia social de lograr una perfecta armonía para la mesa de estas fiestas, que muchas familias se sienten en la obligación de construir una imagen idílica que no siempre se sostiene en los hechos. Correrse de esta exigencia es abrir la puerta al reencuentro distendido y al disfrute compartido.

Por su parte, el licenciado Aguerreberry propone alejarse de la ilusión de la familia ideal, a la que define como una fantasía mítica.

«En los vínculos humanos siempre se cruzan sentimientos ambivalentes; los conflictos y las diferencias no impiden que los integrantes de una familia se reúnan y se quieran -señaló el profesor Aguerreberry-. El motor de la vida es el conflicto y por eso no hay por qué temerle, sino tomarlo como una oportunidad para una renovación transformadora.»

Claro que tampoco recomienda sacar la tierra debajo de la alfombra en medio del brindis y cree que el alcohol puede funcionar como una herramienta fallida entre quienes no enfrentan el conflicto y prefieren narcotizarlo.

Otra alternativa es organizar los festejos de fin de año con quienes realmente se desea: «Las fiestas ponen muy en contacto con las pérdidas y mediante un intento fallido de recuperación, nos reunimos con gente que muchas veces sólo termina agravando la sensación de que lo perdido no vuelve», comentó la licenciada en psicología Mara Diz, especialista en manejo del estrés.

Por esta razón, la licenciada Rucquer rescata la posibilidad de reunirse con quien cada uno desea sin quedar entrampado en una situación negativa o reivindicar la solución de compromiso instrumentada por los adolescentes: festejar con la familia hasta las 12 y después con los amigos. Una alternativa inteligente que sostiene el valor del encuentro más allá del peso de los mandatos sociales.