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LAS CIRUGÍAS ESTÉTICAS

Graciela Moreschi con Martín Llorens
Graciela Moreschi con Martín Llorens

En la cultura postmoderna lo exterior ha cobrado una importancia fundamental. Al habernos quedado sin utopías, los valores que nos propone esta sociedad son : Juventud, omnipotencia, poder y para lograrlos se apela a los recursos que nos brinda la ciencia.
Desde la Edad Media, hasta bien entrado nuestro siglo la moda es primordialmente distintiva de clase, pero en este momento el ideal es parecer joven y «estar en la onda». Con la actual fiebre de novedades, la moda, ejerce una función hegemónica en nuestras sociedades. Así como antes las personas se expresaban, tras la indumentaria, hoy es el cuerpo el encargado de esta manifestación.
Decimos que el cuerpo porta los signos que permiten la identificación cultural y social de la persona. El consumo es quien impone la moda y esta se ha vuelto tan masiva que ni siquiera respeta las diferencias físicas individuales. No hay mujeres delgadas y gorditas, pulposas, y gráciles, de labios finos y gruesos, con o sin pómulos. Es la publicidad quien determina los rasgos deseables, y aquello que naturalmente no tienen un cuerpo esbelto, o determinados rasgos en su rostro, deberán recurrir al cirujano para lograrlo.
Nos preguntamos de dónde sale este modelo. Muchos acusan a los medios. A mi entender resulta de una interacción entre éstos y el público. Ellos captan el gusto de éste y a su vez los difunden. Es una relación circular que se retroalimenta a sí misma. Pero ¿Es acaso caprichoso? ¿Se trata de un vaivén azaroso? Según dice el sociólogo polaco Bauman el consumidor ha sido consumido por el sistema. Elige la moda, y la impone, pero a su vez es seleccionado y discriminado según éstas elecciones. Ellas le darán entrada a un sistema exitoso, o quedará fuera de él.
Las modificaciones que hacemos en nuestro cuerpo pueden ir desde tatuajes, hasta importantes cirugías. Cualquiera sea la transformación que hagamos será definitiva . Ella nos ubicará socialmente,  permitirá a los otros reconocernos y  a su vez nos devolverán la imagen que les trasmitimos, pero si en el futuro queremos cambiar de pertenencia quizás no tengamos vuelta atrás, podemos decir que traba la futura movilidad social.  Esto suele suceder con los tatuajes y los pearcing. Según el motivo, lugar y tamaño será la   pertenencia, el tipo de amistades, los gustos musicales y preferencias. Un joven que tenga grandes tatuajes en lugares visibles, probablemente se esté condenando a no acceder a ciertos trabajos. Si bien pearcing y tatuajes no son parte de la cirugía plástica integran los procedimientos cruentos y permanentes que se realizan en el cuerpo, y hay que tenerlo en cuenta antes de realizarlos.
Pero veamos específicamente qué ocurre con el cuerpo y sus transformaciones. Sabemos que el cuerpo es el templo de la identidad. Por eso no se puede cambiar uno sin alterar el otro.
Identidad viene de Iden, es decir aquello que es igual, en este caso igual a uno mismo. Se tratan de aquellos rasgos que nos hacen diferente al resto e igual a nosotros mismos. Pero la identidad no es algo inalterable. Cambia con el correr del tiempo y de las experiencias. Y la cirugía  es una de esas experiencias que nos hacen cambiar, o que se hacen precisamente para no hacerlo . Todos conocemos a aquel que a través de una cirugía ha logrado la seguridad que necesitaba para ser más exitoso y operar mejor en el mundo.
Pero no siempre los motivos son adquirir seguridad, a veces es más fácil decidir operarse y pensar que con la magia y rapidez de una cirugía se recobrará lo perdido, que aceptar la frustración de un divorcio, de la soledad, de una pareja frustra . Cuando ésta es la expectativa por lo general el derrumbe se retrasa unos meses, cuando se descubre que sólo se ha logrado cambiar un aspecto, no la vida.
Dicen que se han perdido las utopías, sin embargo estamos ante la mayor de todas, el sueño de la eterna juventud. Y pareciera que esta fantasía seduce al profesional y también lo alcanza. De otra manera no puede explicar algunos rostros famosos deformados por la cirugía. ¿acaso no son ellos  la mejor carta de presentación? ¿cómo es que se ha llegado a convertirlos en caricaturas espantosas?
En este juego que remeda al Dr. Frankestein han quedado atrapados ambos, médico y paciente.
Pero revisemos algunos de los motivos que llevan a la gente a operarse y analicémoslo.

1) Están los que van a una cirugía para cambiar de identidad.
 Para ser igual a otro. Son muchas los que van al consultorio del cirujano portando la foto de una figura conocida para que el profesional lo tome de modelo y los transforme. Están disconformes consigo mismo y creen que adquiriendo la apariencia del otro, lograrán tener otra personalidad, otras oportunidades, otra vida. Paradójicamente en estos casos es, cuando más igual a sí mismo se es. Son personas con un yo débil , que no creen tener algo distintivo  que los identifique, y pro cierto que con esta copia de imagen sólo confirman su falso self.

2) Los que se operan para no cambiar
Son aquellos que en una lucha sin cuartel contra el tiempo tratan de frenarlo sin advertir que cuando detienen el tiempo también detienen la vida, y vida es movimiento, cambio.
Permanentemente vemos en la pantalla chica personas convertidas en verdaderas momias. El exagerado estiramiento les ha hecho perder la movilidad, la hinchazón del rostro y los labios producen en sus caras un efecto de caretas.
Por cierto que hay intervenciones delicadas, que respetan la estructura  del rostro y no pretenden invertir el sentido del tiempo, sino mejorar el inevitable deterioro. Aunque los años desgasten, se puede mejorar esta normal declinación, pero no evitarla.
A menudo aquellos que exageran en los procedimientos quirúrgicos terminan con una rigidez facial que acompaña a la psicológica. Suelen ser personas obsesivas con su cuerpo a las que les cuesta aceptar cambios, y adaptarse a las modificaciones que el tiempo hace con sus vidas, sus cuerpos y sus almas. Hay que tener en cuenta que no es la cirugía la que les acartonó la psiquis, sino la mente  poco dúctil quien la llevó a hacerse esa cirugía.

3) Las personas que buscan en la cirugía una manera rápida de solucionar sus crisis.
Más fácil que aceptar la frustración sentimental es pensar que con la magia y rapidez de una cirugía se recobrará lo perdido.
Son salidas que buscan muchas recién separadas, mujeres que han sido abandonadas por otras más jóvenes, o las que perciben que su pareja se está alejando.
Es una ilusión, y también una manera de mejorarse uno mismo, pero suele ser más útil  trabajar sobre el dolor que produce la pérdida, reflexionar qué causó el derrumbe sentimental, y en lugar de apurarse a reparar lo perdido atreverse a perderlo. Sólo cuando uno está dispuesto a perder algo, realmente está en condiciones de ganar. Los que se atreven a decir: – ¡Basta! En esas condiciones yo tampoco quiero continuar.  – es probable que cuando encaren el tema de mejorar física y psíquicamente lo hagan de una manera mucho más plena. De lo contrario se están exponiendo a prolongar la etapa de duelo, sufrir doblemente por la pérdida, y no quedar conforme con lo que se hicieron.
Encarar una cirugía puede ser un buen paso para cuando la persona esté saliendo de la situación crítica , nunca como remedio para conseguir lo perdido. La mejoría del aspecto debe ser como punto de culminación a un proceso de cambio, en el cual la persona atravesó el dolor del duelo, y está en condiciones de comenzar una nueva vida ya sea con su ex pareja , o con otro.

Para que una cirugía sea una herramienta que mejora la calidad de vida y no un instrumento destructivo habrá que tener en cuenta:
– no decidir intervenciones en momentos de crisis
– no pensar que con ellas recuperará una relación
– no tratar de invertir la flecha del tiempo
– no esperar ser otro

CUIDADOS A LA HORA DE OPERARSE.
– Consultar previamente con un terapeuta (en especial si habrá cambio de fisonomía)
– Preguntar al cirujano todas las dudas.
– Tratar de ser claro respecto a lo que se espera, y que el cirujano sea claro y preciso en cuanto a los resultados que se pueden lograr.
– cuando un cirujano se niega a hacer un retoque, piense en lo que le dijo y haga consulta psicológica antes de ir a otro cirujano.