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Antes, en épocas de los antiguos griegos, la verdad era un valor; aunque su sentido fue cambiando a través del tiempo. Para Heráclito, incluso para Paltón la Verdad es un develamiento. Como en el mito de la caverna, en el que se muestra estamos engañados, fascinados por una realidad que cambia permanentemente, que si bien no deja de ser cierta, no es permanente. Alcanzar la otra Verdad, la Verdad con mayúscula es otra cosa. Para eso hay que correr el velo y llegar a sentir lo inmutable.
Aristóteles habla de otra verdad, la verdad Apophantikos, es la verdad fácilemente comprobable. La puerta está abierta, o no. En general nos manejamos con esa verdad. Con la que es incluso medible con aparatos eléctricos. Pero esa verdad da cuenta de lo que pasa en un momento preciso, a nivel personal, de lo que uno siente en ese momento. «Estoy enojada, tengo bronca, lo mataría» , pero eso pasa y los sentimientos que persisten quizás sean muy distintos.
Hacer un corte transversal en el tiempo no nos habla del que transcurre a lo largo del camino de la vida, de ése que vamos construyendo.
A veces las emociones nos hacen sentir algo muy momentáneo. Hablar o decir algo en ese momento puede herir y ponernos en problemas.
Hay gente que cree que decir la verdad es comunicar todo lo que le pasa por la cabeza en un determinado momento.
Eso no es decir la verdad, eso es incontinencia.
Reflexionar antes de hablar no solo es recomendable, sino necesario.
Antes de hablar es importante que uno se plantee cuáles van a ser las consecuencias de lo que dice. ¿Para qué lo hace? ¿Beneficia a laguien haciéndolo? ¿Se obtendrá algún cambio?
Otras veces las personas dan su opinión sin que nadie se las pregunte, por intromisión, porque creen que lo que piensan es importante para el otro.

Por otro lado no podemos universalizar nuestra mirada como si fuera la única. Está comprobado que ante un hecho concreto presenciado por varias personas, cada una tendrá su mirada. Según lo que privilegian, las creencias y valores que tienen al respecto, las emociones de ese momento, su historia particular.
Si tenemos en cuenta esto discutiríamos menos con los otros. No trataríamos de imponer nuestro punto de vista, sino escuchar cuál es el del otro. Quizás nos ayude a ampliar el panorama.