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La templanza

LA TEMPLANZA
Esta cualidad que en la antigüedad era una de las mayores virtudes a la que podía aspirar un ser humano, hoy ni siquiera se la conoce.
Es que templanza significa deseos y temores moderados y hoy estamos en momentos de gran exaltación.
Según la Real Academia Española significa : “moderación, sobriedad y continencia. Es una de las cuatro virtudes cardinales y consiste en moderar los apetitos y uso excesivo de los sentidos sujetándolos a la razón”.
Dicho así puede sonar como algo timorato, puritano cuando en realidad el temple implica una gran valentía para hacer frente a los temores tanto externos como internos y poder atravesarlos.
No nos olvidemos que “Temple : Arrojo valentía, energía”
Llegados a este punto muchos se preguntarán si no hay alguna contradicción, por un lado es moderarse, por otro lado valentía.
Pero no hay contradicción, para moderarse , para tener control de los propios impulsos, control del sí mismo hay que tener mucha valentía. La batalla contra sí mismo es la más dura de todas, y no son muchos los que logran esta conquista.
Mientras escribo me pongo del lado del lector e imagino miles de preguntas. ¿Acaso no nos han enviado a terapia para poder levantar represiones? ¿De qué está hablando esta mujer cuando dice que es bueno ser moderado?
Por eso creo que corresponde diferenciar entre reprimir y controlar las pulsiones.
La represión es un mecanismo de defensa del inconsciente que puede dar síntomas y se requiere de un minucioso trabajo terapéutico para hacer consciente aquello que el inconsciente ha reprimido. Pero algo muy diferente es controlarse a sí mismo. Ser consciente de lo que deseamos o los impulsos que tenemos y elegir con la cabeza.
No es necesario tapar nada, nosotros podemos vérnosla con esas pulsiones y manejarlas según nuestro sistema de valores.
Hacer uso discreto de los sentidos es por ejemplo no atragantarse de comida sólo porque algo nos gusta.
Quien solo responde a la ley del deseo no es libre, está esclavizado a ello como lo está un adicto.
Cicerón ha dicho que el más esclavo de los hombres de su época era Nerón ya que estaba dominado por sus propias pasiones.
La visión del ser humano es inseparable de una cosmovisión que implica determinadas creencias sobre el mundo, uno mismo , los otros y que a su vez conlleva una forma de vida y hasta una política.
El mundo actual dominado por la sociedad de consumo nos insta a desear, cuanto más deseemos, más vivos estamos. Y el deseo se emparenta con la necesidad. Deseamos porque no tenemos y creemos que lo necesitamos.
Para sostener la economía se necesitan sujetos consumidores, y si son adictos al consumo mejor. Pero ¿Qué significa un adicto al consumo? Alguien que desea imperiosamente, alguien que crea necesidades donde no las hay. “me muero si lo pierdo” “daría cualquier cosa por tenerlo”
Exactamente lo contrario a la templanza que es moderación de deseos y temores.
“No es imprescindible, puedo estarme muy bien sin ello” “si lo pierdo nada me ocurrirá, vivía bien sin eso y seguiré haciéndolo”
El miedo a la pérdida es uno de los más sometedores.
Dicen que el secreto de la valentía de Aquiles era a que sabía que de todas maneras iba a morir, por eso pudo luchar sin temor. De la misma manera forman a los Samurai. Los preparan para la muerte, sin temor a ella, su capacidad de lucha se multiplicará.
Creo que está más que clara la conexión entre templanza y temple. Moderación y valentía.
La persona con temple está muy lejos de ser un pálido mediocre. Quien conquista esta virtud puede estar seguro que no será manipulable, puede sentirse con verdaderos recursos. Bien vale esa expresión que dice “no es rico el que más tiene sino el que menos necesita”
La templanza es obra de un profundo trabajo interno.
Los hindúes representan al ser humano como un cochero que maneja los caballos que tiran de su carro, siendo el carro el cuerpo, los caballos el instinto y el hombre la voluntad que los guía.
Una excelente metáfora que incluye tanto la parte más baja de la psique, la instintiva, como la superior, voluntad.
Hoy alimentamos los caballos (instintos, deseo) y son ellos los que guían el cuerpo y también la psique.
Cuando mandan las pasiones, el sujeto pierde libertad. Su voluntad, la que debería decidir está sujeta a su deseo.
Es curioso como en una época donde se llenan la boca hablando de libertad, el hombre actual es más esclavo que nunca. Esclavo de sus deseos, pasiones, que a su vez son las que ha impuesto el mercado.
¿Y qué pasa con nosotros cuando dejamos que nos guie el deseo?
Hemos adquirido el pasaporte a la frustración y cada día estamos más cerca de la violencia.
El que no sabe manejar su deseo se sentirá insatisfecho, y además frustrado cada vez que no tenga el logro deseado. Lo más importante es que si éste deseo se transforma en una necesidad, el nivel de frustración aumenta, y cuando esto ocurre estamos a un paso de romper las reglas, para conseguirlo, o de violentarnos por la frustración que esto implica.
¿Cómo conquistar la templanza?
La meditación puede ser uno de los caminos. Meditar no es sentarse y poner la mente en blanco, cosa que por otra parte es imposible. Meditar es centrarse en la propia respiración, y una vez que uno encontró el eje, poder asistir conscientemente a lo que nos ocurre tanto en el cuerpo como en la mente, sin identificarnos con nada, siguiendo en el propio centro.
¿Cómo es esto de no identificarnos? Significa reconocer lo que siento, lo que pienso y deseo, pero seguir allí, observando, sabiendo que todo pasa. Colocándose en un lugar de observador de sí mismo. “Soy consciente que me duele la pierna, pero sigo respirando, trato de no desesperar, observar la molestia y también observar mi aburrimiento, o mis pensamientos sobre la inutilidad de todo esto, o mi angustia por el recuerdo de una pérdida, pero no me quedo, no dejo que nada de eso me atrape, sigo respirando”
Esta es una práctica que recomiendo hacer diariamente por lo menos durante media hora.
Es increíble cómo se va tomando conciencia de la cantidad de no soporto o necesito, nos decimos habitualmente y nos condicionamos para hacer realidad este pensamiento, cuando en realidad podemos.