Por qué las creencias que asumimos son mucho más que superstición y realmente forman nuestra identidad y nuestros valores como individuos y como parte de la sociedad.
¿Cómo se explica que el hombre actual pareciera sentirse arrojado a un mundo que no tiene sentido, en el que sus patologías más frecuentes son las de vacío? Es que, durante mucho tiempo, este hombre desconoció su constitución espiritual. Podríamos decir que este cambio ya se perfilaba a fines del siglo XIX. Cuando Dostoievski hacía decir a uno de sus personajes: “Si no hay dios, yo soy Dios”, nos anticipaba a lo que luego retomaría Nietzsche cuando habla de la muerte de Dios y al hecho de que, si Dios no existe, todo está permitido.
