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FAMILIAS ENSAMBLADAS

Son las familias que resultan de la unión de dos personas, una de ellas, al menos, con hijos de una unión anterior.

En la década del sesenta se hizo famosa en la película: “Los tuyos, los míos y los nuestros”. En esa época fue una novedad, no solo no había tantos segundos matrimonios, sino que la incorporación de la familia anterior a veces no sucedía. Muchos sustituían una por otra. No fueron pocos los viudos que al casarse por segunda vez dejaron a sus hijos al cuidado de familiares para no llevarlos a la nueva unión.

Por eso creo que si hoy son más las familias ensambladas, no lo son únicamente porque haya más divorcios, sino también porque hay más conciencia de que se separan del conjugue no de los hijos.

Por cierto que armar este tipo de familia no es nada fácil, cada una ellas tiene sus características según dónde vivan, con quién, como son los ex, cómo se incorporó el nuevo integrante, etc. Las variables son tantas como personas implicadas. Por eso lo importante son las reglas. La negociación previa de la nueva pareja.

NEGOCCIACIÓN DE LA PAREJA.

Es importante tener en cuenta el principio de estabilización de los sistemas.

-Cuanto más equilibrado esté la pareja, mejor se llevarán. Los sistemas tienden al equilibrio. Si uno pone más que el otro, se intentarán equilibrar, eso significa que quien aportó más se puede sentir acreedor y cobrarlo de la manera menos adecuada, la manipulación. Otras veces, aunque nadie le haga sentir ese peso al deudor, él mismo culposo, deja terreno libre y va perdiendo prerrogativas.

Si está explicitado qué pone cada uno, qué espera del otro o de la situación, cuáles considera sus derechos y cuáles sus atribuciones y responsabilidades, es probable que la relación entre todos sea menos conflictiva.

Conflicto hay siempre, y no está mal que así sea. Cada uno de los miembros de la familia tiene sus propias expectativas, sus costumbres, sus creencias, el tema es poder dar un marco a estos problemas, y que tanto hijos como pareja tengan claro que hay una cabeza y un poder compartido; para esto es imprescindible que los adultos se pongan de acuerdo.

A muchos este tipo de charlas les parecen frías, demasiado cerebrales. Son los que temen hablar de dinero pensando que si hay amor, las cosas se dan naturalmente.

Lo natural es que pasado el momento de enamoramiento, en el que hay un vaciamiento del yo, cuando uno lo recobra, comienza a darse cuenta de las cosas que lo perjudican, y en el mejor de los casos entra en un reproche interno: “es que el otro no se da cuenta de lo mucho que estoy poniendo en esta relación.”

Si alguien está pensando eso, internamente se siente no cuidado, no considerado, no retribuido. Se siente acreedor. Podrá reprochar, o victimizarse internamente, pero esa relación dejó de estar equilibrada.

Por eso hablar, no es ser egoísta, sino una previsión de futuros problemas. Permite poner un marco para que cada uno pueda moverse. Los límites son fundamentales en una relación, tanto los propios como los del otro. Cuando los parámetros son claros, hay menos cabida para lo no dicho, para las expectativas irracionales “él debería darse cuenta”, por ejemplo. Y lo marco como expectativa irracional, porque nadie puede pretender que el otro adivine lo no dicho. Cada uno mira la realidad desde su propio punto de vista que es diferente al otro.

PUNTOS PARA ACORDAR

1 – Dónde vivirán.

Es preferible que sea una casa nueva donde no hayan vivido previamente ninguno de los dos. Que sea reconocido por todos los hijos, ya sean comunes, o los de familias anteriores como un lugar nuevo donde se desarrollarán situaciones nuevas. Es más fácil que la nueva pareja pueda ser vista como autoridad en esta nueva familia y se respeten sus reglas.

Si la pareja se instala en la casa de uno de ellos, habrá un desequilibrio en autoridad y pertenencia.

  1. Los hijos que conviven con la nueva pareja.

Por lo general son los hijos de la mujer. En estos casos, y según la nueva propuesta legislativa sería : padre afín. Pero este no es un lugar que devenga naturalmente, deberá ganárselo.

En principio es alguien extraño que viene a poner límites, condiciones, y que le quita el lugar de privilegio que antes tenían con su madre.

Para que la relación fluya es fundamental el rol de la madre biológica. Ella es la encargada de tratar directamente con el hijo. De explicarle las nuevas reglas, de hacer respetar el lugar del otro como dueño de casa. Dueño en el sentido de socio de la madre, dueño en el sentido de que es su casa y ayuda a sostenerla. Por cierto que aquí tallará el tema de quién es el dueño real de la casa, y quién aporte económicamente.

Es importante que no se fuerce el afecto de ninguno de los dos lados, pero sí el respeto.

Si viven en la misma casa en que los hijos vivieron con su padre

Los hijos verán a la pareja de su progenitor (madre o padre) como un intruso, y no aceptarán las nuevas reglas.

Por su parte la pareja que va a vivir a la casa donde previamente estaba constituida la antigua familia, no se sentirá con derechos. Será un visitante.

Si viven en la casa de la nueva pareja

Estos chicos se sienten afectados por el cambio de lugar, (para los chicos es muy importante su rutina, amigos, vecinos) y pueden tener el estrés de cualquier mudanza, agregándole a esto la conciencia, si son mayorcitos, de que la casa no les pertenece, lo que a veces determina que los chicos quieran estar más tiempo fuera.

El dueño de casa, (nueva pareja de la madre) a menudo se siente invadido , tanto a nivel espacial como por las nuevas costumbres.

Hijos que viene de visita los fines de semana

Por lo general son los hijos del marido. Es fundamental que tengan un espacio en la casa que puedan sentir propio. Que conozcan las reglas para esta casa, que seguramente son diferentes a la de la madre. Que junto con sus derechos, se les impongan ciertas responsabilidades. No la de querer a la nueva pareja. No la de estar todo el tiempo con ella.

Si el hijo visita al padre es para verlo a él, no a su pareja. Algunos padres retiran a sus hijos pero luego no se hacen cargo. Los dejan con su nueva esposa ya sea porque trabajan, tienen actividades recreativas, o lo que fuera. Como dije anteriormente, el hijo va para estar con el padre. Si esto no se respeta tanto el hijo como la pareja se sentirán exigidos, no escuchados, no considerados. Si por razones de espacio no hay un lugar preparado para estos hijos dentro de la casa, entonces es el padre biológico quien deberá ocuparse de estar con ellos. Si los hijos superan las 11 años una manera puede ser hacer salidas, ya sea para comer, o compartir alguna actividad donde se pueda establecer un espacio para la intimidad emocional.

2 – Economía

Es fundamental antes de la convivencia aclarar el tema dinero. Quiénes aportan en la casa ¿Quién mantiene a los hijos de quién? ¿Los hijos se mantienen con una economía independiente?

A veces los ex maridos no pasan su cuota alimenticia y los hijos de la mujer son mantenidos por la nueva pareja, o los hombres pasan tanto a sus ex mujeres que prácticamente no aportan en la nueva familia.

Esto debe ser aclarado, lo mismo que la repercusión que esto tiene en los límites y atribuciones. Muchas veces no se habla de economía porque resulta incómodo pero se expresa en ciertas prerrogativas que no siempre están aclaradas y concensuadas.

El dinero, nos guste o no, da poder. El tema es concensuar qué tipo de poder, con quiénes, en qué cosa.

Cuando esto no está claro, se juega un poder entre bambalinas, o lo que es peor una extorsión a partir del poder que ese dinero da.

Si está claro qué pone y qué sostiene cada uno. Qué significa ese esfuerzo. Qué se espera del otro cuando uno hace esa inversión. Y cuando hablo de inversión no me refiero concretamente a dinero, sino esfuerzo, recursos.

A esta altura de la lectura algunos estarán planteándose que algunas cosas se hacen sin retribución. Que quien se une a una mujer con hijos del primer matrimonio, que no tiene un ex que se haga cargo, se une sabiendo que la esposa viene así. La toma o la deja. Lo que hace no es por los chicos sino por ella.

Por cierto que esta es una opción, pero hay que explicitarlo. De lo contrario pueden crearse en el hombre expectativas de reconocimiento, que no siempre se dan.

Además cabe aclarar qué lugar tendrá la pareja en la vida de los chicos. ¿A qué los compromete? ¿A quererlo? ¿ A respetar sus normas? ¿ A someterse a sus deseos?

Sé que para muchos algunas cosas de las que digo resultan exageradas y en otras obvias. Los conflictos están plagados de éstas. Lo que es innegable para uno, para el otro no.

3 – Reglas de convivencia

Son aquellas que establecen la cotidianidad. Horarios, limpieza, colaboración, visitas, uso de espacios comunes, delimitación de los propios.

Este tipo de reglas deberán consensuarse cada tanto. No se pueden poner reglas para toda la vida porque las necesidades y capacidades de una familia van cambiando según la edad de los integrantes.

Aunque parezca mentira, éste es probablemente el punto más dificultoso de cumplir. A menudo los chicos se manejan con “derechos adquiridos” es difícil hacerles entender que a medida que crecen sus responsabilidades van cambiando. Si a esto agregamos que estos hijos vienen de otro sistema, con otros acuerdos. No es difícil imaginar lo duro que puede ser para todos este cambio.

Hay que considerar que la persona cuanto más inmadura, más dificultad tiene para acomodarse a aquello que le molesta y hacerse cargo de que es su problema. A menudo echa la culpa afuera, y la destinataria de esta bronca es la persona con quien no se tiene un vínculo de afecto.

Este es el comienzo de la mayor parte de las asperezas. El disgusto genera disgusto y de ahí a la hostilidad hay un solo paso.

Es fundamental que los límites o reglas las ponga el progenitor biológico, y lo haga después de haber consensuado y negociado con su pareja, haciéndose cargo plenamente de lo que dice.

Esto no es otra cosa que decir: El progenitor biológico pondrá la ley, convencido de que debe ser así.

Es frecuente que éste haga complicidad con el hijo y le pida el favor de obedecer o portarse bien por el nuevo integrante de la pareja. En estos casos se les da a entender que las nuevas normas son concesiones. Esta es una forma de desautorizar a la pareja actual.

Se debe dejar claro que la nueva norma es algo que el padre o madre biológica decidió porque piensa que es lo correcto, aunque sean muy distintas a las que había en la familia anterior. Es adecuado decir que esto surge de un aprendizaje, de la experiencia, y trasmitirla con convencimiento.

4)- Vínculos afectivos

Muchos padres pretenden que sus hijos y la nueva pareja formen un vínculo ideal, sin considerar que ellos no se eligieron. Muchas veces se ven como amenaza, además del conflicto de lealtades que se puede crear con los padres biológicos de la anterior relación.

Los conflictos cambian según vivan con la nueva pareja, o la visiten.

Hay que dar tiempo para que el vínculo con la nueva pareja se vaya constituyendo y entonces tendrá características propias, pero no reemplazarían el vínculo con el progenitor biológico.

Las parejas pueden manejarse como un todo, pero los hijos que son de una relación anterior, son de uno de los miembros. La nueva pareja , es pareja de la madre o padre. No reemplaza al ex.

5) Conflicto de lealtades

Si la primera pareja se divorcio en malos terminos, es probable que los hijos sietan un conflicto de lealtades al vincularse con la actual pareja. Esto es algo que el padre o madre biologico debe tener en cuenta y entender.

Cuando hablo de entender no me refiero a avalar, sino a dar tiempo al hijo a que lo resuelva. La mejor manera de hacerlo es no presionarlo para fomentar el vinculo con la nueva pareja. Decirle que a lo unico que esta obligado es al respeto.

Es fundamental que el hijo sienta que no pierde el afecto del otro padre por no adaptarse a la nueva situacion. Con el tiempo el hijo valorara este permiso y podra formar su propio criterio.