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EL AGUILUCHO Y LA GALLINA. O EL COSTO DE LA GRATITUD

Un huevo de aguilucho cayó en un gallinero y fue encontrado por una vieja gallina que ya había perdido esperanzas de volver a empollar. Si bien tuvo un instante de duda, duró sólo eso, un instante, pués no bien pasó ese ínfimo tiempo, se sentó sobre el gran huevo y esperó ansiosa el momento del nacimiento. Estaba contenta, aunque tenía cierta preocupación. Que ya era vieja, que tal vez su paciencia no sería la de antes, que el gallo la miraba con desconfianza, que las otras gallinas, pero a medida que se acercaba el gran momento, los temores quedaban atrás. Por fín nació un gran ave, más grande que todos los demás pollitos del gallinero, y encima negro. Pero eso a ella no le importaba, el color era lo de menos. Lo que realmente cuenta es el tamaño, le decía a quien quisiera escucharla. Y[ así fue creciendo el aguilucho, entre las miradas asombradas y envidiosas de todo el gallinero. Pero un buen día, el aguilucho sintió deseos de volar, y entonces se acercó a su madre, y le preguntó cuando le enseñaría. Ella se sorprendió con el pedido pero lo disimuló y trató de salir del paso con un más adelante ambiguo, descomprometido. EL aguilucho que no tenía mucho paciencia, cada vez le reiteraba la pregunta, a lo que la gallina, repetía con evasión, hasta que el aguilucho comenzó a sospechar que su madre ignoraba el mecanismo del vuelo.

No dijo nada, supuso que su madre no se sentiría bien si él la descubría. Le debía mucho, no quería humillarla. Además el vuelo, dónde lo llevaría. Si volaba se iría lejos y abandonaría a su madre que tanto amor le había dado. Ya no podrían compartir el mismo mundo porque sus horizontes no coincidirían, por lo tanto decidió renunciar y quedarse. Acalló su propia naturaleza y se quedó en el gallinero por amor, por gratitud.

*Esto le causó a él mucho dolor. Le debía mucha gratitud a es e ser que lo había , criado, y no quería que se sintiese humillada o dolida, pero sabía que tampoco podía renunciar a su propia naturaleza libre, fuerte e idónea para el mejor de los vuelos, así que una hermosa tarde besó a su madre y con lágrimas en los ojos emprendió el gran vuelo hacia otros horizontes, La gallina se secó sus ojos llorosos para poder ver mejor ese vuelo que si bien le dolía la llenaba de orgullo .