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COMO INFLUEYE LA ECONOMÍA EN LA MADURACIÓN DE LA JUVENTUD

El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia. Woody Allen

El hombre puede trepar hasta las cumbres más altas, pero no puede vivir allí mucho tiempo.
George Bernard Shwau

La globalización ha traído consecuencias a todo nivel, y uno de los sectores más afectados es el económico. Además, el avance tecnológico hace posible que con una computadora portátil y un teléfono móvil, se ahorren muchas horas persona, lo que a su vez generó  desocupación. Los más perjudicados en este sentido han sido los más jóvenes y aquellos que están al fin de su carrera laboral. Si a esto le sumamos un incremento de las necesidades de consumo, promovido por el mismo sistema, no nos extrañará que hayan aumentado ciertas patologías como depresión, ansiedad, desesperanza, droga  y delito.
Por otro lado la demora en la inserción laboral luego del período formativo acrecentó las inseguridades propias de la adolescencia, siendo más cómodo y tranquilizador para ellos quedarse en la comodidad de la casa paterna,  que aventurarse a un desafío para el que no se sienten preparados y que tampoco promete ventaja alguna. La satisfacción por la independencia no parece ser suficiente estímulo.

“Darío llegó a sesión horas después de haber alquilado su primer departamento, tenía entonces 28 años y aún vivía con sus padres.

– Fue una lucha lograr que alquilara en un barrio bueno. Quería uno que estaba a dos cuadras de mi Facultad, horrible el departamento y el lugar ¡Es  muy tacaño el hombre! – dijo con una sonrisa irónica!

Los padres habían tomado la decisión de alquilarle un departamento cerca de la facultad con la excusa fue facilitarle el viaje diario (viven en el gran Buenos Aires) aunque yo sospechaba que optaron por alejarlo debido a los problemas que tenía con su madre debido a las permanentes trasnochadas.

–  Podría haber comprado en lugar de alquilar, dinero no le falta, pero se empeñó en tirar la plata en un alquiler.

– Quizás considera más rentable trabajar ese capital en otra cosa.

Mi intención era dejar en claro que se trataba de la inversión y el dinero de su padre.

– Seguramente, pero yo no soy un negocio. De haber alquilado el que él quería,  lo hubiera pagado con el gasto de viático que tengo diariamente. ¡no puede ser tan amarrete! – insistió  con  tono triunfante.

– Hablas como si tuviera obligación de mantenerte.

– Bueno, para algo me tuvo,¡ no puede no hacerse cargo!. – protestó.

– ¿Hasta cuándo crees que un padre debe hacerse responsable de  sus hijos?

– En caso de tener posibilidades económicas,  como nosotros, creo que siempre. No me parece que él viva a lo rico, y sus hijos de manera miserable. Toda su familia debería tener el mismo nivel de vida.
Este era el discurso de la madre de Darío. Luchó toda la vida por estar a la par de su marido, pero él, único proveedor, se sentía dueño de todo y administraba según su criterio. Si bien gozaban de un excelente nivel de vida, jamás consultó ni comentó sus inversiones. Hoy, la pequeña victoria de la mujer era tener a sus hijos de su parte. Por fin otros tomarían su palabra.

– Como tu madre no logró tener una sociedad conyugal, formó una sociedad familiar.

– Me parece que eso es algo que pasa siempre que los hijos son solteros.

– No es casándose la única manera e independizarse, también es posible yéndose de la casa y mantenerse solo.

– No creo que yo pueda aspirar a un cargo que me permita independizarme.- – estudiaba ciencias de la comunicación desde hacía cuatro años y no tenía idea de administración, economía, computación, ni idiomas.

– Pero en lugar de adquirir herramientas te comportas como un  heredero. Lo cual no estaría mal si hubiera suficiente combustible como para llegar hasta el final de tu viaje, pero no tienes tanta autonomía de vuelo.
Si bien ese día no estuvo de acuerdo con nada de lo que le dije, trabajamos el tema durante varias sesiones.
Son muchos los jóvenes que como Darío, quedan atrapados en las reyertas de pareja, y por cumplir con las expectativas reivindicatorias de alguno de los cónyuges viven una ilusión que les impide ver el futuro con una mirada realista”.

“María,  27 años,  dejó de estudiar después de recorrer diferentes facultades durante nueve años. Conciente de que el estudio era una manera de prolongar su adolescencia, decidió abandonar y hacerse cargo de su vida, pero su comportamiento en el campo laboral no era asertivo. Los valores y códigos de su pequeño mundo no coincidían con los del afuera. Habituada a manejarse según su antojo le costaba aceptar pautas y límites impuestos por los otros.

– Yo no puedo aceptar un empleo por esa miseria, me ofrecen lo mismo que yo gasto en salir con amigos. Para poder independizarme de mis padres necesito un sueldo tres veces mayor.
Tenía un rostro pecoso que aún conservaba rasgos infantiles, pero su expresión de ofensa delataba su actitud caprichosa.

– Por lo general quienes contratan cotizan la actividad, no las necesidades del empleado. ¿Qué les ofreces a cambio?

– Puede que no sepa hacer mucho, pero entonces, prefiero quedarme en casa. No puedo hipotecar ocho horas de mi vida para nada.

¡Y tenía razón!. ¿Cuál era la motivación para trabajar cuando, sin ningún esfuerzo su padre la mantenía?
En esta paciente la independencia era solo un concepto teórico. Vivía con sus padres en una de las zonas residenciales  más paquetas de la ciudad, con personal de servicio a su disposición, y sin ningún tipo de control ni obligación. El acceso directo a sus habitaciones, le brindaba la privacidad necesaria como para que sus padres no supieran con quién y cuándo entraba, ni a qué hora salía.
Una semana después se suscitó una gran discusión familiar que motivó a su madre pedir una entrevista familiar. Se pautó para la semana siguiente,  pero  debido a una invitación de último momento, María desistió de venir y mandó a sus padres solos.
Llegaron puntuales, elegantemente  vestidos de manea informal, pero  muy a la moda, parecían más jóvenes de lo que en realidad eran. Se sentaron uno frente al otro, supuse que así estaban en la vida, enfrentados, siendo María la encargada de inclinar el fiel de la balanza hacia uno u otro lugar. So le daba poder.

– Hace mucho que quería hablar con usted – me dijo la madre, su tono no era de reproche, sino más bien de pedido de auxilio – el otro día tuvimos una discusión muy fea. Todo comenzó cuando yo escucho desde la habitación que le pide dinero al padre para redecorar el living. Por cierto que a mi no me había dicho nada, me ignoró por completo.

– ¿Y qué hizo usted? –  Le pregunté al marido.

– No tuve  tiempo a reaccionar, mi esposa entró  furiosa y ahí comenzó la pelea. – respondió el padre sin aclarar que posición hubiera tomado.

– Fue horrible porque nos dijimos cosas muy feas. – se quejaba la madre.- ella me descalificó, dijo que la casa era un museo, que yo era vieja, y debía dar un paso al costado para dejar lugar a nuevas ideas. – más o menos fue ese el sentido, pero con mucha agresión.

– Ella está mal últimamente, desde que dejó  de estudiar se encuentra un tanto perdida, para colmo no consigue el trabajo que quiere. Creo que pensó en la redecoración de la casa como una manera de ocuparse. – la justificaba el padre – Se equivocó en no hablarlo antes con su mamá.

– Aún cuando me lo hubiera preguntado le habría dicho que no.- dijo la mujer – ¡Esa es mi casa!

– Me parece que ese tema no está del todo claro. – acoto satisfecha de que al fin podamos aclarar un punto que a mi entender perjudicaba enormemente la maduración de María – Creo que no le han dado los suficientes indicios como para que advierta que no es parte integrante de la sociedad conyugal, sino un ser independiente que debe construir su propia vida.

–  Creo que esas  cosas no necesitan aclaración, uno se da cuenta solo.- protestó la madre.

– Lo que el adolescente sabe desde  siempre, es que esa es su casa, y a medida que va creciendo, cuando comienzan los problemas de límites,  va advirtiendo que lo que hasta hace poco le pertenecía, ya no. Así como los padres no son dueños de los hijos, ellos no son dueños de las cosas de los padres. Pero a veces, por razones internas de la pareja se necesita que el hijo permanezca como parte del sistema, para desequilibrarlo en uno u otro sentido, y no se le dan pautas claras.

– Él siempre la consintió para tenerla de su lado.- respondió la madre que entendió perfectamente el juego que yo estaba denunciando.

–  Es mi única hija, y todo lo mío es de ella.

– Creo que debería preguntarle a su socia qué piensa de esa inclusión. – el hombre era empresario y conocía muy bien los estatutos societarios.

– Pero ella es la madre.

– Sí, pero … – la mujer se sentía culpable de no ser generosa y no se atrevía a defender lo suyo.

– ..en este caso ella se siente como una mujer desplazada. – aclaro, tratando de aliviarla

– Entonces es ella quien deberá hacer terapia.

– Esa rivalidad con el padre del mismo sexo, es normal, siempre y cuando gane el padre, si gana el hijo, es tragedia, como en Edipo. En este caso, María se siente dueña de lo que no le pertenece, al menos hasta que usted se muera, y eso no solo la confunde, sino que la está dejando sin recursos. Si tuviera claro lo que le falta, probablemente hubiera tratado de conseguirlo, pero está cree poseer una importante fortuna y en realidad no tiene nada.

La sesión fue muy provechosa, los padres comenzaron terapia de pareja con otro terapeuta, y María, luego de un duro trabajo personal, logró reconocer qué tenía, y qué podía. Hoy trabaja en una empresa importadora y se inscribió en la facultad para estudiar  Comercio Exterior con la intención de prosperar”

En ambos casos los conflictos matrimoniales dividieron la pareja y se buscó al hijo como aliado. Cuando el hijo ocupa un lugar que no le corresponde queda atrapado dentro del sistema familiar y no puede construir su propia vida.

 “Ricardo un comerciante de cincuenta y ocho años con un  hijo de veintiocho todavía estudiante me decía afligido:
– Cuando comenzó a atrasarse no nos preocupó, pensamos que era joven y tenía que disfrutar la vida, pero ya es tiempo  que haga algo, aunque sea para sus gastos. Dice que no consigue a menos que no sea de tiempo completo, pero yo no puedo creerlo.

– Y que problema hay que trabaje tiempo completo.

– Bueno, él está estudiando.

– Porque no estudió cuando debió hacerlo. Lleva tres años de atraso. ¿Por qué tiene que pagar usted sus postergaciones?

– Visto así, no corresponde, pero lo cierto es que yo no tengo problemas económicos y puedo ayudarlo. Tampoco voy a cortarle la carrera cuando se está por recibir, siendo que para mi no representa ningún sacrificio.

– El sacrificio es de él. – el hombre me miró sorprendido.

– No comprendo. Si él la está pasando genial.

– Si pero está sacrificando su futuro. Si no adquiere ahora los elementos para manejarse en la vida, estará atrasado en recursos. Cada día el mundo es más competitivo, y se requiere de mucha habilidad.”

Muchos son los jóvenes que se comportan como herederos y dilapidan los bienes del otro porque no han tomado conciencia del esfuerzo que significó conseguirlo. Este fenómeno que antes era privativo de las clases altas,  ha llegado a los estratos medios, solo que en este nivel  no hay reserva suficiente como para sostener una generación ociosa.

Pero no todos los adolescentes tardíos viven con y de sus padres. Hay muchos que ganan para sus gastos y otros que se han titulado y tienen un buen trabajo. Sin embargo entran en esta calificación, veamos cuáles son las razones y las dudas que provocan en los padres precisamente porque se autofinancian.

“Una paciente que tiene un hijo de casi treinta años viviendo en su casa me decía:
– No soporto que todavía esté en casa,  me duele ver lo que es su vida,  pero tampoco me siento con derecho a opinar, tengo claro que es grande y tiene derecho a hacer lo que quiere..

Jerónimo, estudió en una escuela politécnica y se maneja muy bien con la tecnología. Desde hace años sobrevive dando clases particulares de computación,  instalando programas,  y resolviendo problemas sencillos con las PC . No tiene grandes gastos, ya que su vida se reduce a reunirse con amigos a tomar tragos, jugar a la play station, y tocar en una banda de rock para lo cual debe pagar junto con otros una sala de ensayo.  Hace más de dos años que sale con una chica  mucho más joven, a la que a veces trae a dormir, pero por lo general se queda en lo de ella.
– Si uno quiere llevar la vida que eligió, debería hacerlo en su casa.

– Es que él no me pide nada. Si yo lo mantuviera, no me quedarían dudas, seguramente ya no estaría en casa, pero hace años que no le doy un peso.

– Se lo da,  y no se da cuenta. Es usted quien paga la luz, el gas, el teléfono, las expensas, además de la comida.

– Pero eso lo gastaría igual estando sola.

– No creo que alguien que esté tanto tiempo en casa no signifique ningún gasto, pero supongamos que es así. ¿Por qué tiene que estar mal en su propia casa?

– Si, eso es lo que siempre me pregunto, pero quedo enredada en una serie de planteos éticos que me confunden. ¿no será que estoy mal, porque él no cumplió con mis expectativas?

– Quizás.

–  Ve, eso me da culpa.

– Si esa amiga suya que duerme de día y se queda hasta deshoras de la noche mirando tele y conectada a Internet, le propone alquilar juntas un departamento en vacaciones, ¿acepta?
Se quedó mirándome unos segundos, y se sonrió.
– Es verdad, no podría, ¡y eso que es solo por vacaciones! Creo que por acá vamos mejor.

–  Mi función no es darle argumentos para poder decirle a su hijo que se vaya, sino analizar por qué siente tanta culpa

En el último capìtulo se analizará la salida que encontró la madre de Jerónimo”

Son muchos los padres que han quedado atrapados en una ideología liberal y no se dan cuenta que terminan faltándose el respeto a sí mismos. Quizás sería más fácil guiarse por una regla básica. La propia casa es el lugar donde uno debería sentirse más cómodo, en el que puede poner sus reglas, y vivir según su parecer.

Por último quiero dedicarme a otro tipo de adolescente prolongado, aquel que trabaja y puede solventar sus propios gastos, pero aún así continúa conviviendo con los padres. Habitualmente tienen una vida social intensa por lo que están poco en casa, pero de todos modos su presencia se siente y  recarga el sistema. Un nido lleno por pájaros adultos, termina cayendo.

“Juana una paciente casada, con un hijo de treinta años viviendo con ellos  me decía durante una sesión:
– No voy al gimnasio porque a lo única hora que podría ir es a la de la cena. Si estuviéramos yo y mi marido solos, la correría, pero con mi hijo, no puedo. Él suele salir después de cenar, y  no me gusta que coma todos los días solo. Usted pensará que lo malcrío, pero no lo hago por él,  sino por mí. Me sentiría mal. Cuando se vaya a vivir solo estaremos  mucho más libres.

– ¿quiere sentirse libre?

– Sí. Muchas veces hablamos con mi marido, y hacemos planes para entonces. Por empezar nos mudaríamos a un departamento más pequeño y céntrico, eso de por sí  cambiaría mucho  nuestra vida. Pero  Berni  no tiene miras de irse a vivir solo por el momento. Lo que gana no le da para llevar la vida que le gusta,  y pagar un alquiler. Por otra parte es un buen chico, siempre cumplió como hijo, y no puedo decir que sea una carga. Simplemente me ata, pero creo que es un problema mío.

Berni   es lo que se dice,  “un hijo perfecto”, buen mozo, estudioso, simpático. Y esas virtudes no solo compraron la voluntad de sus padres, sino que a muchas jóvenes. La vida a la que hacía alusión su madre consistía en salidas a lugares caros, vestimenta con ropa de marca, auto, y viajes.  Un joven exitoso, sin ataduras afectivas, dispuesto a disfrutar del presente.
Pero los padres también tienen un presente, y lo que no hacen ahora, tal vez luego no lo puedan hacer,  ya sea por razones económicas, (jubilación) o de salud.”

Son muchos los jóvenes que sin ataduras sociales fuertes (trabajos con continuidad, pareja) se satisfacen con lo inmediato. La sociedad les brinda  los instrumentos para lograrlo: ciber ventas,  tarjetas de crédito. Pareciera que la manera de sobrevivir a la muerte de Dios y de las utopías, es a través de una actitud lúdica y hedonista, que no alcanza para rescatarlos del desánimo y la intensa sensación de vacío. Por otra parte las herramientas antes mencionadas, facilitadotas del consumo, los atan a un sistema de dependencia del que difícilmente pueden salir:

 “- tengo demasiados gastos fijos, entre la tarjeta y los servicio se me va
todo mi sueldo y no puedo pagar un alquiler”.

La mayoría de estos jóvenes están viviendo un “como si”. Algunos hacen como si estudiaran, cuando solo están anotados en la Facultad, otros como si fueran ricos, cuando el único dinero que manejan es el de sus padres, otros como si trabajaran siendo que están sub ocupados en labores sin responsabilidad que apenas les mantiene una economía dependiente, y por último están los que llevan un tren de vida que no les corresponde.
Somos parte de una cultura que  al suprimir los puntos de referencia y diversificar las opciones, ha incrementado el individualismo con su premisa  de “derecho a la realización personal”, lo que a veces no queda claro es a qué se están refiriendo cuando dicen eso. La pregunta que yo me hago es ¿Puede alguien sentirse realizado sin haberse independizado?
El joven de hoy puede elegir entre un sinnúmero de variantes, pero tiene dificultades para acceder a la única opción que  lo acerca a la madurez, la independencia económica. De ahí que a menudo su autorrealización, la pagan otros: Los padres.