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CELOS ENTRE HERMANOS

CELOS
Los celos son un mecanismo normal de los seres humanos, pero todo es cuestión de medida y oportunidad. Es lógico que en un principio uno se sienta inseguro, porque la relación recién comienza y uno no conoce del todo al otro, y segundo porque es la etapa de mayor idealización de la pareja, por lo tanto es lógico que surjan dudas sobre si uno será lo suficientemente bueno para el otro. Pero si la situación se extiende en el tiempo hay que tratarla.

Donde hay celos hay triángulo. El celoso trianguliza la situaciones, compite imaginariamente con una de las partes del triángulo y trata de controlar a la otra para no quedarse afuera. El celoso es fundamentalmente un posesivo. Para asegurarse el éxito quiere formar un todo con el celado, adueñarse de él. Como esto no es posible, como el otro es alguien independiente que tiene deseos y decisión propia, el celoso indefectiblemente cae en la inseguridad.

Vamos a ver que los celos pueden ir desde un reclamo simpático y estimulante, hasta un verdadero delirio. Decimos que es delirio celotípico cuando se crea todo un mundo de desconfianza y se hace girar todo alrededor de él. EL delirante crea una realidad triangular que nada tiene que ver con la real, pero por su insistencia, muchas veces termina por producir ese triángulo que tanto lo persigue. Ese tipo de celoso no para con su persecución hasta que descubre lo que sospecha. En realidad todos sus esfuerzos están destinados a corroborar que lo que dice es cierto, y si no lo es lo propicia.

Pero sin ir tan lejos, hablemos de esos celos normales. Tiene la misma estructura, sólo que  la realidad interna está más ajustada a la real. Y entre otras cosas es más ajustada porque se emparejan con personas que le hacen el juego. Casi siempre encontramos que la pareja estimula estos celos de alguna manera. Es decir ambos participan de esta triangulación del mundo. ¿Por qué lo hacen? Porque los excita y no hablo en sentido sexual solamente. No olvidemos que siempre que hay un triángulo hay una competencia. Por eso en los celos, a veces, es más importante el tercero en discordia que el mismo celado. Con él se mide el celoso. Hay que ganar la competencia. Pero es muy difícil asegurarse eso, para hacerlo tengo que ejercer presión sobre la celada y poder controlarla. Por eso el celoso es tan controlador.

Cuestiones para reflexionar:

¿Desconfía de la lealtad de su pareja o de su capacidad para conformarla?
¿Siente inseguridad al saber que la otra persona tiene deseos propios que no pueden ser controlados por usted?
¿Cree que las personas son intercambiables o piensa que hay un vínculo que pesa y hace a uno especial?
¿Qué aspectos suyos atraen a su pareja? ¿Cree que son fácilmente sustituibles?
¿Para usted cualquier situación sexual es estimulante o necesita de ciertas condiciones?
¿Cree que está proyectando en el otro algo personal?

CONSEJOS:
Tomar conciencia de la triangulación e intentar desarmarla. Darse cuenta cuando la otra persona está estimulando los celos y no entrar en el juego. Comenzar a trabajar la propia autoestima. ¿Por qué está permitiendo que su propia valoración dependa de esa supuesta competencia? ¿Es verdad que los celosos suelen ser infieles?

No necesariamente el celoso es infiel, pero si es cierto de que los infieles suelen ser celosos. Resulta de poner afuera su propia deslealtad. Además si el celoso construye universos triangulares no es extraño que se cree uno para su propio placer.

CELOS ENTRE HERMANOS

De los tiempos bíblicos para acá las historias sobre rivalidad entre hermanos se suceden de manera casi calcada en cualquier familia. Es que para los psicólogos la competencia entre hermanos es de lo más común y, en sí misma, no debería preocupar a ningún padre. Es más: hasta lo consideran saludable ya que, sostienen, le permitirá aprender a convivir y a compartir. El problema es que muchas veces los padres cometen el error de fomentar los celos y la rivalidad entre sus hijos de una manera perjudicial. Y esto sí puede resultar dañino para los hijos.

«La rivalidad con los hermanos es normal y necesaria; es casi una condición inherente al ser humano», explica Graciela Paolicchi, profesora titular adjunta de la cátedra de Psicología Evolutiva de la carrera de Psicología de la UBA. ¿Cuál es el origen de esa competencia? La respuesta es más elemental que la del dos más dos: la lucha por el amor de los padres. Un hermano —y es obvio para cualquiera que no sea hijo único— resta momentos de encuentros afectivos con la madre y el padre.

Pero este escenario de sana competencia puede resultar enturbiado por el rol que cumplan los padres.

Muchas veces, por culpa de intervenciones desafortunadas, los padres pueden terminar provocando en sus hijos secuelas muy negativas. Ejemplos: el chico puede resultar retraído, agresivo, egoísta, con baja autoestima, incapaz de defenderse de una agresión verbal o una simple broma y falto de ambición.

«Los padres cometen muchos errores. Hay tantos errores como padres, pero algunos son más frecuentes que otros. Uno de los primeros es tener un hijo preferido y demostrarlo», dice la psicóloga Mirta Videla, miembro del departamento de Psicología Perinatal e Infantil de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.

En la lista de Videla aparecen otros dos errores de los más comunes: «Decirle a un chico que está en el lugar de otro hijo que murió antes de nacer; permitirle a dos hermanos que ‘se maten’ continuamente por la posesión de un juguete en vez de hacerles entender que hay que ser generosos y solidarios».

De acuerdo a Videla, los padres no deben exigirles a sus hijos que sean unidos. «Hay que dejarlos que rivalicen y que aprendan a competir porque eso les va a enseñar, entre otras cosas, que no deben permitir que otro los despoje de algo», sostiene Videla.

La psicóloga Diana Rizzatto, titular de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar, también detecta en las consultas que atiende algunas equivocaciones de lo más corrientes por parte de los padres. «Darle siempre la razón a un mismo hijo. Cuando un chico se da cuenta de que poniéndose en el papel de víctima sale favorecido lo más probable es que repita continuamente ese papel».

Rizzatto remarca otro error que cometen muchos padres: decirle a un hijo que está celoso de su hermano. «Los chicos terminan identificándose con lo que se dice de ellos. Si se le repite continuamente que tiene envidia de su hermano, lo más probable es que realmente termine teniéndole celos», dice la experta.

La profesora Graciela Paolicchi cita más ejemplos:
·  Tratar como un bebé al hijo menor aunque ya sea grande. Esto va a hacer que los hermanos mayores sientan que su hermanito ocupa un lugar de privilegio y que toda la familia gira alrededor de ese niño. Los hermanos mayores, además, van a creer que deben ser chicos buenos que no deben llevar problemas a la casa. Y así no van a crecer como niños sino como adultos.
·  Remarcar lo positivo de un hijo y lo negativo del otro. Esto puede hacer que uno de los hijos se sienta valorizado y el otro, no. Es probable que así ese hijo desvalorizado se genere una autoimagen de que él puede menos.
·  En algunos casos el error lo cometen los abuelos. Sucede, por ejemplo, cuando sistemáticamente se invita a dormir a la casa a un mismo nieto o se le hacen mejores regalos que a su hermano. Esto llega a provocar situaciones muy conflictivas.

Hay que ser muy cuidadosos en no cometer un error frecuente que es incentivar a sus hijos mostrándole lo que hizo su hermano. Es el caso de ‘el dibuja mejor que vos’. Ese tipo de rótulos estigmáticos lo único que consiguen es que ese chico deje de dibujar porque no se siente competente para hacerlo . Tampoco ayuda asignar a los hijos una característica de ellos mismos, como ‘A vos te gusta leer como a mí’ al otro hijo se le está haciendo sentir que no pertenece a ese club selecto que integran el papá y su hermano»,  o bien  ‘vos saliste retraído como tu papá’.