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ATAQUE DE PÁNICO

El trastorno de pánico se caracteriza por repentinos episodios de aprensión o miedo intenso que aparecen «de repente» sin motivo aparente, que denominamos «ataques de pánico». El «ataque» en general sólo dura unos minutos (5 a 10 minutos), pero en algunos casos, puede volver en «olas» por un período de hasta dos horas. Durante el ataque de pánico mismo, puede aparecer cualquiera de los siguientes síntomas:

•  Disnea o sensación de sofocación

•  Palpitaciones – aumento del ritmo cardíaco

•  Mareos, inestabilidad o debilidad

•  Temblores

•  Sensación de ahogo

•  Transpiración

•  Náuseas o malestar abdominal

•  Sensación de falta de realidad ( desrealización ), como si uno «no estuviese del todo allí».

•  Entumecimiento o calambres en pies y manos

•  Calores o escalofríos

•  Dolor o malestar en el pecho

•  Miedo de volverse loco o de perder el control

•  Miedo de morirse

Al menos cuatro de estos síntomas están presentes en el ataque de pánico total, mientras que la presencia de dos o tres, se denomina ataque de síntomas limitados.

Se diagnostica trastorno de pánico cuando: (1) se ha tenido ya dos o más ataques de pánico o (2) al menos después de uno de estos ataques se ha continuado un mes (o más) con la preocupación permanente de sufrir otro ataque de pánico o con la preocupación de las posibles implicancias de tener otro ataque de pánico. Es importante reconocer que el trastorno de pánico por sí mismo, no implica fobias. El pánico, en los trastornos de pánico, no surge porque uno se encuentre pensando o acercándose o entrando a una situación temida, sino que ocurre espontáneamente e inesperadamente sin, ningún motivo aparente. Además, los ataques de pánico no se deben a efectos fisiológicos de una droga (ya sea por prescripción o por placer) o a un estado clínico.

Se puede sufrir dos o tres ataques de pánico sin jamás volver a sufrir otro o sin sufrir otro durante años. También se puede sufrir varios ataques de pánico seguidos de un período sin ataques de pánico, y sufrir otro al mes o a los dos meses. A veces un primer ataque de pánico puede ser seguido de ataques recurrentes con una frecuencia de tres o más veces por semana, continuándose así hasta que la persona recurre a la ayuda de un profesional. En todos los casos, existe una tendencia a desarrollar la ansiedad anticipatoria o aprensión entre los ataques de pánico, por miedo de sufrir otro ataque.

La persona que sufre de trastornos de pánico, puede asustarse mucho con los síntomas y consultarle al médico para que halle la causa clínica. Las palpitaciones y el ritmo cardíaco irregular pueden inducir al electrocardiograma y otros análisis, que, en la mayoría de los casos arrojan resultados normales. ( A veces pueden coexistir con los trastornos de pánico un prolapso de la válvula mitral o una arritmia benigna.) Afortunadamente, cada vez más médicos conocen el trastorno de pánico y lo distinguen de los trastornos puramente clínicos.

El trastorno de pánico solo se puede diagnosticar luego de descartar las posibles causas clínicas tales como, por ejemplo, hipoglicemia, hipertiroidismo, reacción al exceso de cafeína o abstinencia de alcohol, tranquilizantes o sedantes. Las causas del trastorno de pánico incluyen herencia, desequilibrio químico cerebral y estrés personal. Las pérdidas significativas repentinas o cambios de vida importantes pueden desencadenar un ataque de pánico.

Las personas suelen desarrollar trastornos de pánico en la adolescencia tardía o en la década de los veinte. En la mayoría de los casos, el pánico se complica con el desarrollo de la agorafobia.

Entre todos los trastornos de ansiedad, en el que más se ha recetado medicación es en el trastorno de pánico. Los trastornos de pánico pueden reducirse o bloquearse mediante diferentes medicaciones. El problema con la medicación es que cuando se la deja el ataque de pánico suele volver. Esto sucede generalmente con los tranquilizantes y algo menos, pero también, con los antidepresivos. Además, la medicación dificulta o impide el uso de algunos recursos psicoterapéuticos, dificultando, prolongando o bloqueando algunas veces la psicoterapia.

Por los motivos antedichos, un tratamiento eficaz del trastorno de pánico requiere incluir los recursos de una terapia cognitiva conductual con modificación de los pensamientos y con ejercicios especiales de exposición desarrollados especialmente para este trastorno. Además, se debe ser cauteloso con el uso de la medicación, limitándola a los casos necesarios y a una dosificación y un tiempo prudentemente reducido para evitar dificultar o impedir el empleo eficaz del resto de recursos terapéuticos destinados a una cura más profunda y definitiva.

Agorafobia
La agorafobia es la más común de todos los trastornos de ansiedad. Se estima que el 15% de la población general, sufre de grados variables de agorafobia. En los Estados Unidos, el único trastorno que supera esta proporción es el alcoholismo.

La palabra agorafobia significa miedo a los lugares abiertos. Sin embargo, la esencia de la agorafobia es el miedo a tener ataques de pánico sin poder ser auxiliado. Si se sufre de agorafobia, uno tiene miedo de hallarse en una situación de la cual es difícil escapar, o en la cual podría resultar difícil conseguir ayuda, si uno entrara en un ataque de pánico. Por ejemplo, uno puede evitar los supermercados o las autopistas, no tanto por sus características intrínsecas, sino porque son situaciones que podrían resultar difíciles o incómodas en caso de sufrir un ataque de pánico. Aquí es fundamental el miedo al ridículo. La mayoría de los agorafóbicos no sólo le temen al ataque de pánico, sino también a lo que la gente puede pensar en caso de verlos en un ataque de pánico.

Es común que el agorafóbico evite una serie de situaciones. Las más comunes son las siguientes:

•  Lugares públicos muy concurridos tales como supermercados o centros comerciales, restaurantes, teatros, etc.

•  Lugares cerrados tales como túneles, puentes o la silla de la peluquería.

•  El transporte público, como por ejemplo, trenes, autobuses, subterráneos, aviones, etc.

•  Quedarse solo en casa.

•  En casos más avanzados, a salir a la calle solo.

Quizás la característica más común de la agorafobia es la ansiedad de sentirse lejos de casa o lejos de «alguien que inspira seguridad» (en general el cónyuge, la pareja, los padres o cualquier relación primaria). Puede que evite manejar solo, o puede que tenga miedo a manejar solo más allá de una cierta distancia del hogar. En los casos más severos, el agorafóbico tiene miedo a caminar más de un par de metros de la casa o directamente no sale de la casa. Conozco una mujer que no podía salir de su dormitorio sola.

Si se padece agorafobia, no sólo se es fóbico a una variedad de situaciones, sino que se está ansioso durante la mayor parte del tiempo. Esta ansiedad surge de la anticipación por el hecho de que uno podría llegar a quedar atrapado en una situación en la que entraría en pánico. Por ejemplo, ¿qué sucedería si a uno le piden ir a un lugar que normalmente uno evitaría y uno tuviese que explicar por qué no va? O, ¿qué sucedería si a uno de repente lo dejan solo? Es posible, también, que las grandes restricciones en sus actividades y en su vida en general, le provoquen depresión. La depresión surge del sentirse sometido por una situación en la cual uno no tiene control o una situación que uno siente que no puede controlar o modificar.

La agorafobia parece tener su origen en el trastorno de pánico. Al principio simplemente se sufren ataques de pánico que surgen aparentemente sin ningún motivo (trastorno de pánico). Sin embargo, después de un tiempo, la persona comienza a darse cuenta de que los ataques aparecen con más asiduidad en lugares cerrados, lejos del hogar, o cuando está sola. La persona comienza a tenerle miedo a esas situaciones. En el momento en que comienza a evitarlas por miedo a entrar en pánico, ha comenzado a desarrollar la agorafobia. Desde ese momento en adelante, puede surgir un trastorno leve, moderado o severo. En los casos leves, puede que la persona se sienta incómoda en lugares cerrados pero que no los evite. Continúa trabajando sola o haciendo las compras sola, pero no quiere alejarse demasiado de su casa. En los casos moderados, se comienza a evitar ciertas situaciones, tales como viajar en transporte público, subirse a ascensores, manejar lejos o ir a restaurantes. Si embargo, las restricciones son parciales, y existen ciertas situaciones lejos de casa o lejos de otra persona que le inspiran seguridad de poder manejarlas, aunque le produzcan cierta incomodidad. La agorafobia severa está dada por una restricción total de las actividades hasta el punto en que la persona es incapaz de salir sola de su casa.

Aún no se sabe el motivo por el cual algunas personas que sufren ataques de pánico desarrollan agorafobia y otras no. Como tampoco se comprende aún por qué algunas personas desarrollan trastornos mucho más severos que otras. Lo que sí se sabe es que la agorafobia es causada por la combinación de factores hereditarios y el medio ambiente. En general los agorafóbicos tienen un padre, hermano u otro pariente con el mismo problema. Cuando un gemelo es agorafóbico, existen grandes posibilidades de que el otro también lo sea. En cuanto al medio ambiente, existen ciertos tipos de circunstancias de la niñez que predisponen a un niño a la agorafobia. Podemos citar, por ejemplo, crecer en una familia cuyos padres son: 1) perfeccionistas o excesivamente críticos, 2) sobreprotectores, y/o 3) excesivamente ansiosos, al punto de transmitir a sus hijos que el mundo es un «lugar peligroso.»

La agorafobia afecta a la gente en cualquier parte del mundo, de cualquier nivel socioeconómico. Aproximadamente el 80 por ciento de los agorafóbicos son mujeres, aunque este porcentaje ha disminuido en los últimos años.

TRATAMIENTO:

REquiere de medicación con IRSS (antidepresivos) que en este caso tendrían una función antipanicosa pro 18 meses, además psicoterapia.  en mi experiencia la más efectiva es la terapia cognitiva conductual que enfrenta al paciente con su sintomatología y le enseña a controlarla.