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Adaptacion al jardin ¿De padres o de hijos?

¿Quién dijo que es fácil? Parte II

Hablamos en el artículo anterior de algunas cuestiones a tener en cuenta durante el periodo de adaptación al jardín desde el niño. Pero, como también mencionamos y sabemos, la adaptación no es solamente del niño. Los padres también hacemos nuestro proceso y muchas veces, sin darnos cuenta, hacemos que el mismo sea un poco más difícil, creyendo que “el nene no se adapta». Es importante tener claro por qué queremos que nuestro hijo comience el jardín en este momento. Muchas veces tiene que ver con las necesidades laborales de la mamá, otras por la llegada de un hermanito, otras simplemente porque consideramos que es la edad correcta para escolarizarse, porque queremos que sociabilice, que descargue energía, pensamos que en casa ya se aburre… Los cierto es que los chicos son especialistas en percibir cuando nosotros dudamos ante una decisión. No sería casual que algún nene/a que acaba de tener un hermanito manifieste descontento cuando se lo deja en el jardín. Quizá para ese nene el momento de la adaptación es el único momento que tiene a su mamá para sí y quiere aprovecharlo al máximo. Sabe que su mamá se tiene que ir para cuidar a su hermanito y quizá siente que es dejado ahí para no molestar, quizá siente celos, etc. Lo mismo sucede cuando el niño percibe que su mama lo tiene que dejar rápido para irse a «hacer otra cosa». La mamá está ansiosa por la rápida adaptación de niño ya que sus licencias laborales se terminan, pero el niño no se la va a hacer tan fácil. Los tiempos para uno no son iguales que para el otro. Una situación muy habitual y la que más efecto tiene: las altas expectativas que tenemos sobre nuestros hijos. Esperamos que respondan a lo «esperado» sin evaluar sus tiempos, o suponiendo que existe «el tiempo ideal». Tememos sentirnos expuestos ya que pareciera que si un nene tarda más en adaptarse al jardín eso reflejara, directa y necesariamente, una falta en la madre, un error en su modo de criar a ese niño. La madre siente las miradas de todos, se compara y esta situación genera mucha ansiedad, la cual el niño la percibe y actúa en consecuencia, obviamente sin calcular nada! Muchas veces es la mamá la que no termina de estar convencida de «dejar al nene». Aun creyendo que está segura se la nota dubitativa y controladora. Quizá esa mamá quiere que el nene vaya al jardín, pero también sabe que una vez que se concrete la adaptación, ella está sola en su casa. De pronto con muchas cosas para hacer, con ganas de tener ese momento para sí, pero también acostumbrada a una rutina con su hijo, a su compañía, quizás una buena excusa para no hacer otra cosa que le cuesta un poco más que ser mamá. Obviamente que cada caso es particular y es imposible generalizar. Lo importante es poder reconocer cuando dentro de este periodo, somos los padres los que obstaculizamos la adaptación del niño. Los padres, generalmente más la mamá, necesitamos estar seguros del lugar dónde vamos a dejar, por un rato, nuestro tesoro más preciado. Queremos asegurarnos de la maestra, del lugar, de los directivos. Confirmar que ese jardín que elegimos es el indicado. A su vez, la ansiedad y las expectativas no son buenas compañeras de la adaptación. Mejor es la paciencia, la observación. Quizás un vínculo muy apegado puede necesitar un poco más de tiempo para desapegarse, pero probablemente cuando ese niño logre quedarse en el jardín, va a estar bien tranquilo que la mamá va a volver a buscarlo. Quizás ese niño tenga muy claro que la mamá se va y tratará de retenerla lo más posible, sobre todo cuando nota que ella necesita irse! Pero, quizás a esa madre le resulta insoportable no saber qué hace su hijo cuando ella no está, quizás es la mamá la que, por más ocupada que esté, espera que su hijo la reclame y muchas veces siente, inconscientemente, bronca cuando el niño por fin se despidió y no la reclama. Quizás es la madre quien no puede decirle “chau” e irse. Muchas veces es más fácil para ellas que el niño haga la adaptación con otra persona, evitando así pasar por este momento de separación tan explícito… En fin, puedo seguir enumerando ejemplos, lo cierto es que hay tantos como mamas-hijos.
Acaso es mejor un nene que a los tres días se queda tranquilo sin preguntar por su mama y que le da lo mismo estar con una maestra que con otra? Es mejor que un nene registre las idas y vueltas de la madre y se angustie? ¿Hay algo mejor o peor? Si se angustia el chico, habla mal de la madre? Se me ocurren muchas preguntas y todas me llevan a una sola repuesta, reiterada por cierto. No hay que pensar en que todos tienen los mismos tiempos, cada Diada se tomara el suyo para lograr una efectiva separación. En cada adaptación se juegan sentimientos en todos los que participan del proceso y es importante poder respetarlos.
Lo que si me animo a afirmar es que la adaptación es un ejemplo de un montón de otras situaciones que vendrán luego en donde el niño nos enfrenta con nuestras dificultades. Es notable que cuando un niño se adapta más rápido, esa mama siente éxito y si esto no sucede lo vive, frecuentemente, como un fracaso. Ellos son nuestros representantes! A veces pareciera que queremos que se comporte dentro de lo esperable no sólo por nuestro hijo (lógicamente también queremos que nuestro hijo disfrute del jardín y sea un espacio placentero para él,sino porque quedan expuestas nuestras fallas… Es muy importante revisar este punto, cada una y cada uno (también los papás) ya que nuestros hijos cargan con nuestros mandatos, nuestras expectativas y muchas veces estamos obstaculizando su crecimiento, llenándolos de exigencias sin poder asumir nosotros mismos nuestras fallas. El niño habla por nosotros, hace síntomas, algunos propios (menos mal!!) y otros son los que “hacen dar cuenta”.
Cómo hacer para que las miradas de los otros no nos importen? También es para nosotros la primera vez que somos «socialmente padres» ante la mirada de otro «padres». Caemos necesariamente en » el hijo de tal se quedo al cuarto dia «, «la hija de fulanita llora sin parar y la mama se va igual», «el hijo de mengano no lloro nunca pero no hace nada»..¿por qué son tan necesarias las comparaciones con los demás? Insisto, con que nos enfrenta entonces esa «adaptación»? Es probable que si somos mamás que vivimos la situación de esta manera (pendientes de la mirada de los demás) eso también lo perciba en niño, eso también se vuelque en las expectativas ya que lo importante parece que no es, solamente, que el nene este bien, sino que no nos haga quedar mal. Ante quien? Vemos entonces que muchas veces, la adaptación es mucho más que un proceso del niño que empieza el jardín. Parece que los comportamientos de nuestros hijos reflejan el tipo de mamá que somos y no queremos que nos dejen en evidencia! Mamás, ellos también tienen su personalidad, no todo lo que hacen o no hacen habla de nosotras! En ese caso, pensemos en qué cosas nos sentimos inseguras al respecto de nuestro modo de criar y tratemos de mejorarlo, sin sentir que sus actos dejan en evidencia nuestros errores. O trabajemos para hacernos cargo de los mismos así resulta más fácil no volcar en ellos nuestros propios temas e inseguridades. Tratemos de mejorar para poder bajar las expectativas, para aprender a acompañarlos en cada etapa, observándolos. Para poder disfrutar y compartir momentos juntos, para que puedan ser ellos mismos. Están construyendo su personalidad, su subjetividad. Ayudémoslos prestando atención a lo que necesitan, más allá de lo que necesitamos nosotros!

PREGUNTAS PARA HACERSE
¿Creo que es el momento de llevar al nene al jardín?
¿Por qué razones?
¿Siento culpa por mandarlo?
¿Estoy pensando que su adaptación es parámetro de salud mental?
¿Siento que el comportamiento de nuestro hijo nos expone como padres?